A veces se nos olvida quiénes somos. El apego a nuestros miedos hace que a menudo mutemos, con extrema e inconsciente facilidad, de tronco a extremidad, de raíz a hoja. Si tal árbol posee una raíz bien nutrida, no se presentará problema alguno. Pero si se trata de un árbol de hoja caduca y su raíz la tira al suelo al llegar las lluvias, entonces, y sólo entonces, nos sentiremos perdidos y habremos olvidado por un instante quiénes somos.
Ubicarnos de nuevo es doloroso. Y tener fe en volver a ser raíz, rama, hoja y savia, todo en uno, es difícil tarea. Tal vez se trate de evitar convertirse de nuevo en follaje de ningún otro árbol y de no olvidar jamás que somos un árbol en sí mismo, completo y robusto. ¿Acaso parte de un bosque?, ¿tal vez solitaria figura? Eso se irá viendo con el devenir de los días. Pero siempre árbol y no caídas hojas secas y rugosas, barridas de un golpe al pasar el otoño.
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