RELATOS ENCRIPTADOS (XVIII): La luz

By María García Baranda - junio 06, 2017

   
     No se atrevía a abrir los ojos por si al hacerlo el decorado era totalmente distinto a lo que esperaba. ¿Y si era todo como antes?, ¿como hace dos semanas?, ¿o un mes? Se mantuvo impasible, sin inclinarse un centímetro ni mover sus pies. Podría haber estado en lo alto del Everest y apoyada sobre una piedra minúscula, que no le habría pasado nada. Procuraba no respirar y temía que los latidos de su corazón no provocasen eco o movimiento alguno. De pronto le vinieron unas ganas de estornudar imparables, aguantó y aguantó… y aguantó. Shhh. Consiguió frenarlas, ¡uff! Relajó su mente y se dijo a sí misma que tarde o temprano tendría que moverse de donde estaba. Quería hacer algo, pero no se atrevía. Por un lado se decía que debía actuar y por otro quedarse quieta. La tierra bajo sus pies podría reaccionar, y a lo mejor lo que se esperaba de ella era precisamente que se quedase quieta para que el mundo pudiera decidir. Comenzó a despegar sus párpados, muy poco a poco, elevando lentamente sus pestañas. Miraba alrededor con recelo, pero también con la curiosidad de quien espera ver lo que desea. Que todo ha cambiado. Que no es como hace semanas, sino como era anoche o esta misma mañana. Terminó de abrirlos de un golpe. Y sonrió. No dijo nada, pero sonrío. Había una luz nueva que le calentaba el alma. Quería tocarla, eso sí, ir hacia ella y sentir la incidencia de ese rayo de luz tan iluminador de su espíritu. Había habido lluvia durante demasiado tiempo y ahora le tocaba sentir ese buen tiempo. No obstante, sabía que si se inclinaba demasiado, podría caerse. Y la luz se iría para siempre. Se dio a ella misma una solución. Se mantendría quieta, mirando adelante, naturalmente, pero esperando a que la tierra, sabia como es, fuese girando sobre sí misma y la luz acercándose a ella hasta besarla la cara. Por una vez mantendría la calma para dejar que la naturaleza hiciera su labor. No siempre ella llevaba el mando y la luz a veces necesita un tiempo de oscuridad para amanecer de nuevo con fuerza. 





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