Opaca realidad…
La realidad es un muro de excusas
acerado,
una pared de piedra y de cemento,
estriada por las muescas de la vida.
Un cristal irrompible y opaco,
que no te deja ver el infinito,
que ciega y enmudece tus sentidos.
Es un rincón confortable y tranquilo,
sin sobresaltos ni contradicciones,
sin riesgos, ni peligro de
caídas.
La realidad es un tren de pasajeros,
sin paradas, revisores, ni estaciones;
una llegada en hora a tu destino.
¡Tanto deseo!
El deseo es el líquido elemento,
de zumo de limón y de salitre,
que alimenta y que escuece tus
heridas.
Es un velo de seda transparente
movido por el aire de mis ojos
y adherido a las curvas de mi cuerpo.
Es un salto camicace al vacío,
un grito de emoción y adrenalina,
repleto de tus ganas y las mías.
El deseo es un miedo flanqueado
por la culpa y por la incertidumbre
de no saber lo que habita al otro
lado.
Ya lo decía Ortega: "El deseo
muere automáticamente cuando se logra; fenece al satisfacerse. El amor, en
cambio, es un eterno deseo insatisfecho".
Así que, si mis pensamientos son
recurrentes, si no he conseguido que se desvanezcan ni lo más mínimo... por
algo será.
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