Hoy
reivindico
...la
aceptación de la propia identidad,
...ser
fiel a lo más privado de uno mismo,
...la
vida en absoluta libertad de pensamiento y sentimiento,
...el
ser capaz de dar rienda suelta a los más íntimos sueños, proyectos y
deseos,
...el
derecho a no sentirse juzgado,
...la
valentía a seguir el propio camino a pesar de miradas inquisitivas y
psicoanálisis
externos.
Y aún más fuertemente: reivindico la empatía ante las debilidades, errores y miedos humanos.
Nadie dijo que vivir en sociedad y acoplarse a las
circunstancias fuese labor fácil. De hecho, creo, nos volcamos en ello con
absoluta dedicación. Sin embargo, se nos olvida en la mayor parte de las
ocasiones el paso previo y fundamental: sentirse en paz con uno mismo y
hacernos justicia. Sernos absolutamente leales, aunque se desmorone el mundo
que nos rodea. Y es este asunto primordial, porque mal podremos dar un paso
hacia nada o nadie si no iniciamos la tarea mirándonos escrupulosamente a las
entrañas y averiguando con minucia quiénes somos. Ese sí es el verdadero
conflicto. Triple salto mortal. Adquirir el suficiente grado de inteligencia
emocional como para diseccionarse hasta el tuétano, colocar cada elemento
encontrado en su sitio, y, a pesar de ello, aceptarnos y ser consecuentes.
Llevar nuestra verdad hasta la última de las consecuencias. Sernos fieles.
Arrastramos con nosotros una pesada mochila vital.
Respiramos constantemente por las heridas abiertas e incluso por las cicatrices
de las ya cerradas. Nos miramos al espejo y, sin ver los enormes espacios del
alma aún vírgenes, giramos nuestros ojos hacia los cortes profundos. Ahí se
cruzan dos caminos: permanecer absortos, regocijarnos en ellos y lamernos las
heridas; o, con cierta distancia, saber que son sólo una muestra más de que
estamos vivos y, a pesar de ellos, seguir viviendo con la misma intensidad.
Opto por este último, por laborioso que sea y aun con el titánico esfuerzo que
ello supone. Gano en enriquecimiento personal, pero especialmente, en lealtad
hacia mí misma. Y esa…, esa no la vendo por nada ni por nadie, ni siquiera por
mi miedo y fragilidad.
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