Para
todos aquellos que se bajan en marcha del tren de la vida; para quienes
prefieren prender en la mano el eterno billete a ninguna parte; para los que se
arrinconan en voluntaria ceguera de espaldas a la espinosa enredadera que es el
mundo:
Que tres días, tres, son los que comprenden la existencia: el que nos alumbra, el que nos hace amar y el que nos borra en un soplo polvoriento.
Que
de todos ellos el más largo es el segundo.
Que
este puede vivirse de tres formas: caminando de puntillas sobre los dedos
meñiques de los pies; manteniéndonos inertes sin movernos de la fija loseta; o
sangrándonos por los giros infinitos de dos cuerpos bailando a un mismo ritmo.
Que
en la clave de esa elección se encuentra: la aceptación de quiénes somos;
perdonarnos por la culpa cometida; y ser fieles a nosotros mismos como la
primera de nuestras obligaciones.
Mi
elección ya se tomó hace tiempo. Nació del miedo, la valentía, los
remordimientos, el instinto, la inseguridad, la claridad mental y el sonido de
un latido que golpea sin perder ni un ápice de fuerza. Y es que… ¡mi vida es
mía!
Y
vosotros…, ¿qué escogéis?
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