MI FRAGMENTO DEL DÍA (II)

By María García Baranda - septiembre 20, 2013

No conoces mi voz interna, el latido de mi corazón ni mucho menos mi sentir. Le he cantado al amor y a los buenos sentimientos. Siempre he escrito lo que pienso. He desojado mil rosas, he suspirado en el viento. He llorado por dolor, he perdonado por amor. Guardé una estrella y mil te quieros en mi baúl de los recuerdos. No hubo culpable en esta guerra y si lo hubo no era amor. Cuánto le debo a esta vida que me ha enseñado lo que soy, a caminar sin mirar atrás, a reír y algunas veces hasta llorar. No me ha faltado el valor de gritar a los cuatros vientos todo lo que en esta vida siento, no hay rencor dentro de mí, sólo agradezco lo que fui, si sintiera que algún día me faltara el amor andaría vagando sin subsistir. (...)

Si estás en alguna parte, si tengo la posibilidad de verte, sólo me sentiré triste tal como me siento cada vez que veo una vida desperdiciada, una vida en la que no ha logrado realizarse el camino del amor. Cuídate. Cada vez que, al crecer, tengas ganas de convertir las cosas equivocadas en cosas justas, recuerda que la primera revolución que hay que realizar es dentro de uno mismo, la primera y la más importante. Luchar por una idea sin tener una idea de uno mismo es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer.

Cada vez que te sientas extraviada, confusa, piensa en los árboles, recuerda su manera de crecer. Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raíces es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raíces y poca copa a duras penas deja circular su sabia. Raíces y copa han de tener la misma medida, has de estar en las cosas y sobre ellas: sólo así podrás ofrecer sombra y reparo, sólo así al llegar la estación apropiada podrás cubrirte de flores y de frutos.

Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.


Donde el corazón te lleve, Susana Tamaro.





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