DIOS ME LIBRE DE LOS ANALFABETOS ACOMPLEJADOS, QUE DE LOS RENCORCILLOS YA ME LIBRO YO

By María García Baranda - abril 20, 2018




     Pocos son los rasgos humanos contra los que yo arremeto sin piedad alguna, entendiéndose estos como defectos naturales que no machacan a nadie ni suponen el abuso del resto. Suelo instalarme en el principio del “vive y deja vivir”, y de igual manera suelo plantearme el hecho de que detrás de cada circunstancia hay una causa. ¿Infalible yo? No, reflexiva y humanamente errada cuando toca. Ahora bien, aclarado esto, dejo constancia de un defecto, mutado a deformación inherente a quien lo porta, que me provoca un nivel de repugnancia tal que me lleva a mi más absoluto desprecio y a la arcada: El acomplejado analfabeto que se jacta de serlo. Solo de escribirlo se me abren las carnes. Ruego, por tanto, desde aquí y a quien corresponda, que tenga compasión y no me ponga  a demasiados en el camino, porque no respondo. Ni entiendo. Ni me apiado. Que no sean muchos, por favor,… Quimera mía esta, pero como decía mi abuela: “de ilusiones vive el hombre, y de pan si se lo dan”. 

    Con la abundancia de fertilizantes para esta especie que hoy se regalan en las tiendas al comprar papel higiénico, la cosecha ha sido abundante y nos invade una aplastante cantidad de ignorantes que aun acomplejados hasta en el tuétano, se jactan de dicha ignorancia. ¡Semejante desgracia! La nuestra, no la suya, conste. El caso es que estos seres de medio pelo, contrapeso del mundo, ahí están pululando y cabe distinguir que los hay de varios subtipos: cachos de carne con ojos, tontos del haba, gañanes, tordas merinas,… pero todos ellos con una serie de rasgos comunes que facilitan su identificación. (Tampoco ellos lo ocultan, la verdad).
    
  • El primero y más importante es el de padecer y practicar la ignorancia. Así, a lo grande. Se trata normalmente de seres que no saben hacer la o con un canuto (salvo a cigarrazos), que no cogen un libro ni equivocándose (¡que me duermo!), que poseen un vocabulario de ciento cincuenta palabras (¡ya m'as entendido!), que no saben situar Logroño en un mapa (¡me lo bebo, tú!), que de Rusia saben que tienen muy buena ensaladilla y muy buenos filetes (sin comentarios), y que el clásico cinematográfico más antiguo que saben nombrar es El rey león (¡porque es en color, en blanco y negro no, eh!).
  • El segundo es que en todo lo anterior jamás se halla el ejemplo de quien no ha podido acceder a la educación o no ha tenido posibilidad de cultivarse, en absoluto, sino específicamente aquellos que han tenido la oportunidad, pero se la ha traído al pairo.
  • El tercer rasgo está íntimamente unido con el rasgo precedente y es que se trata de seres indolentes, apáticos y abúlicos. Esto es, más vagos que los chicharros. Su permanencia en la ignorancia y su analfabetismo profundo es directamente proporcional a su dejadez y su vagancia.
  • El cuarto punto común es el de hacer de vez en cuando amagos de ser gente que está día, on, in, inside y todo lo que suene a estar en la onda, porque “oye, que yo igual algo culto sí soy”. Lo malo es que escogen de un modo un tanto sui géneris. Acuden a fuentes de información y entretenimiento muy curiosas. Voraces lectores repentinos: Cincuenta sombras de Grey. Rompedor programa de televisión: El show de las Khardashian. Magazine de entretenimiento: Sálvame de Luxe. Las noticias del día: Facebook y Yahoo. Actividad cultural: Elección de un museo al buen tun-tun, pero que sea museo que eso viste. ¿Sigo? Me emociona tanto saber, tanta elegancia, tanta melodía elevada,…
  • Quinto punto: Denostar el verdadero saber, la cultura del esfuerzo y las ganas de aprender y mejorar. Básicamente porque de intentarlo no pasan de la primera página (o equivalente) por falta de comprensión, debida, por supuesto, a la falta de hábito y de ganas.
  • Sexto rasgo: Jamás se plantearon abordar unos estudios o una formación que secase su ignorancia, ¡para qué! Y hoy, ¡atentos!, presumen de ello. ¡Oh! Orgulloso yo de mí y mis circunstancias. Se jactan, se regodean, lo pasean, lo gritan a los cuatro vientos,… ¡El mundo al revés!
  • Séptimo rasgo:… ergo, no se avergüenzan realmente de ser como son. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: les renta tirarse a la bartola a sudar su pachorra.
  • Octavo punto: Arremeten iracundos y muertos de celos contra el ser formado, culto y educado, como si tales características les hubieran sido dadas en un sorteo, sus respectivos padres no se hubiesen dejado la piel en estimular su intelecto desde niños, o posteriormente ellos no hubiesen seguido nutriéndolo. Tampoco son capaces de aprender nunca de él aunque permanezcan años a su lado. El cachocarneconojos suele serlo vitalicio y crónico, ¡angelito!
  • Noveno: Adolecen de una envidia y mezquindad que supuran por cada poro. La envidia no sin razón a la vista de su ineptitud sin remedio. La mezquindad como efecto secundario simplón. 
  • Décimo y sintético punto que nace como consecuencia última de todo lo anterior: Acomplejados patológicos y sin cura, y por ende tarados.

     Dios, el Cosmos, todas las deidades y suerte de espíritus supremos me protejan de esta pseudoespecie, que se las da de pupilos de la universidad de la vida para renegar en el fondo de sí mismos. “Yo no me he leído un libro en la vida, pero a mí la calle me ha enseñado mucho”. ¡Sí, el tamaño de los adoquines, babión! ¡Pero tú que vas a haber aprendido, alma de cántaro, si por dentro haces más aguas que un río amazónico! O ese,… “Yo sé más que aquel con título”. Naturalmente que sí, so zoncha. ¡Hala, toma un boli y pinta! Dios me libre, sí, de esta lacra y esta escoria. Y es que abiertamente manifiesto que no me inspiran ninguna compasión, ni pena, ni acaso empatía, pues no tolero la vagancia que sustenta tal analfabetismo. Su falta de responsabilidad consigo mismos me resbala por completo, pero en el momento en el que salen al mundo y salpican con su aroma al resto, ahí me rebelo, pensando que sus actos -casi siempre disparatados y vacíos de sentido alguno- influyen a su alrededor y traen consecuencias, y que su voto, por poner un ejemplo, ¡se contabiliza igual que el mío!

     Por otro lado, ese complejo que traslucen, por más que se esfuercen en disimularlo tampoco me lo trago del todo. Lo encuentro más resentimiento que otra cosa. Pues se acompleja quien no se gusta a sí mismo o le avergüenza en demasía un rasgo propio, y en cambio estos seres que parecen haber sido dejados caer del cielo desde un helicóptero y a dormir, ni enmiendan ni hacen por enmendar tal falta o carencia. No me lo creo, pues todos -los seres con cabeza- queremos mejorarnos, borrar nuestros defectos, avanzar,… y estos  en cambio pretenden ponerse la medalla de la inutilidad, cantar su falso orgullo de ella y hacer de paso que quienes valen y los eclipsan incluso en cuclillas pierdan sus derechos adquiridos y su grandeza. 

    Así que sí, tú, que a poco que te conozcas reconoces actitudes: tú continúa con esa simpleza intrínseca, y date golpes de pecho reivindicando derechos que nunca ganaste, porque eso será todo. Jamás abandonarás ser un fantoche o rezumar complejos plagados de miserias. Y desde luego, nunca rozarás ni con la punta de los dedos aquello que otros tienen y te mueres por tener. Ni de puntillas, titi. Te falta nobleza. Te falta calidad. Te falta capacidad de trabajo. Y te falta inteligencia. No te empeñes. 










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