Tengo la tormentosa y bellísima costumbre de detener el tiempo en el momento en el que me choco con un fragmento literario que me impacta, salirme de mi lectura y aplicarme el cuento. Lo hago. Sin piedad. Leo y releo esas líneas con toda parsimonia, en silencio y con total concentración, y las llevo a mi vida para hacerme un balance o averiguar cuánto de cierto hay en eso que el autor cuenta entre mis propios días. Suelo quedar conforme con el resultado de mis elucubraciones, pero también es verdad que suelen partir las letras de creadores que admiro, que me gustan en su arte, pero en especial en su visión de lo que es la vida.
Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas: “No hay casualidades sino destinos. No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón... Razón por la cual parece como que uno termina por encontrarse al final con las personas que debe encontrar."
¿Qué hago yo con esto?, me dije. Porque sé que tendemos a encontrarnos con aquello que el cuerpo nos pide a latigazos, la mente nos exige con insomnio y el subconsciente insiste al dormirnos. Es grande la lista de aquello que buscamos y soñamos alcanzar, pero lo es mucho más aquella que contiene lo que de manera oculta perseguimos. O eso creo. Y hay momentos en los que lo desconocemos; otros en los que no somos capaces de reconocerlo, o valientes; otros en los que por nada nos atrevemos a confesarlo; y muchos otros en los que simplemente callamos,... por lo que puedan decir. Así que allá, en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón se encuentra, como dice el autor, nuestro anhelo más intenso. Y al parecer, queriendo o sin querer, a por ello iremos. Ahora bien, llegados a este punto en el que, al menos yo, admito la idea, aquí es dónde me pregunto qué validez y sentido le doy a determinadas experiencias de mi vida que, digamos, no se caracterizaron por positivas. ¿Qué explicación encuentro yo a haberme cruzado con determinadas personas que bien me chuparon la sangre y la energía, bien me hirieron de muerte, o bien me volvieron casi loca con sus formas? Nadie busca un amigo mal entendido, una amiga interesada, que le rompan el corazón en mil pedazos, que le dejen por los suelos, que le hagan la faena del siglo o que le minen la autoestima. Reconozcamos que no es fácil el ejercicio de racionalizar el hecho, menos aún de decirnos que nos encontramos con esos seres porque eran lo que necesitábamos. ¡No!, ¡ahí, me niego en rotundo! Que suelo pensar que todo aquel que forma parte de nuestra vida en algún momento cumple un cometido en ella. Y desde luego hago encaje de bolillos por lograr extraer un aprendizaje y crecimiento a cada vivencia. Pero, buscar, lo que se dice buscar determinadas escenas es algo con lo que no comulgo, a qué engañarnos. Tendría que explicarme a mí misma algo así como una supuesta fase de autodestrucción o equivalente para poder tal vez encajar la idea de que, con el altruista objetivo de fortalecer mi interior, busqué agotamientos mentales, amistades aprovechadas, traiciones, malos rollos, cuernos, pataletas infantiles, mentiras y engaños,… cañita de la buena. Y no. No hubo nunca tal fase, ni ganas de castigarme por nada en absoluto. Y desde luego no fui a la búsqueda de personas que me hirieran. Que no me va esa marcha, ni el rol de mujer atormentada o victimizada que con abnegación -y poco sentido común- persigue un choque frontal como catarsis. Esta ya me la hago yo encajando las cosas y currando conmigo misma.
Me gusta pensar que con quien me he cruzado en positivo fue puesto ahí por una fuerza de atracción generada por mi búsqueda. Y por mis dones, la verdad. Eso es bonito y tiene mucho de mágico. Y hasta de inteligente. Y asumo que a veces nuestro interior más oculto llama a gritos a determinados tipos de personas porque quizás sea lo que inconscientemente creemos merecer. Ahora bien,…¿buscarlo con premeditación y alevosía? Desde el mismo momento en el que el consciente se rearma y actúa, desecho la idea de que andemos en modo alguno tras los momentos más negros, ni que llamemos a gritos silenciosos a quienes habrán de provocarnos dolor a toneladas. No. Yo no siempre he buscado a todo aquel con el que me he estrellado, eso es seguro. Aunque hoy sea consecuente y acepte lo vivido, porque en esto no hay ticket para devolución. Aunque aprenda. Eso lo sé. Y desde luego sé dónde habita mi mayor anhelo. ¿Y tú lo sabes? Y de paso haz la prueba: ¿cuántas de las personas de tu vida fueron buscadas?, ¿cuántas deseadas?, ¿cuántas necesitadas? Tú sabes la respuesta.
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