LIBERI ARS AMANDI (O EL RELATO QUE TORNA EL PECADO EN VIRTUD)

By María García Baranda - noviembre 09, 2018






Que el amor ha cambiado y el sexo también. O al menos eso suelo decirme. Aunque tal vez se trate de un proceso particular de maduración personal que me ha llevado a virar de perspectiva, a abrir mis pensamientos en canal y de paso a expandirme yo con ellos. Por mi parte, cada vez me encuentro más alejada de los cánones establecidos, de los patrones impuestos y de unas convenciones que no parten de mí, sino de un ente abstracto que es la sociedad. Anónima, por cierto, recuerdo. Y es que ando un poco harta de esas ideas que nos venden en el cine, en la publicidad o en la literatura. Un tanto hastiada de esos amores de canciones moñosas y películas románticas hollywoodenses. Chicos se enamoran, riñen, se celan, sufren, lloran, se anhelan y se reencuentran. Beso, boda final con confeti y brindis, y casa en Long Island. O en Boadilla del Monte, vaya usted a saber. Las pantallas y la literatura de ficción han conseguido realmente empalagarme de esos amores tan alejados de la vida de real y de cuanto acontecemos los que calzamos carne y hueso. Por no hablar de la imagen que a diario recibimos del sexo. Casposas producciones porno con roles estereotipados, donde él da y ella recibe. Encuentro, flirteo y al tema. Siempre en ese orden y nunca fuera de los papeles establecidos para cada uno de los protagonistas. Cuenteretes de cine que maleducan y cuyas enseñanzas hacen que carguemos un pesadísimo lastre que acaba generando frustración e infelicidad a mansalva. Pero es que la literatura tampoco ha ofrecido opciones mucho más atractivas. Por lo que respecta a la novela romántica, esta no difiere mucho del trasunto cinematográfico. Corín Tellado es un nombre que habla por sí mismo, vendió millones entre nuestras fronteras; mis respetos por ello. Y Danielle Steel hizo lo propio al otro lado del charco. Pero es que esas novelas a mí no me convencen, historias de amor versión Disney con amantes atormentados y final feliz, que luego me dejan el cuerpo para el arrastre. Por irreales. Y si el relato es de corte erótico, ¡apaga y vámonos!, porque también sabemos de antemano qué patrón hallaremos: seductor mazado y damisela que se descubre y se encuentra a sí misma a través de su propia sexualidad, que una vez tocada por los mágicos dedos del héroe pasa de la frigidez más áspera a vivir en un continuo vergel de sonorísimas cascadas de miel y de color. ¡Ya!


Y de pronto, cayó en mis manos la novela Liberi ars amandi. Empecé a leerla y así, como que no quiere la cosa y tomándola en pequeñas dosis, me topé con que su autor, Antonio Álvarez Veci, me hacía partícipe como lectora de la historia personal de sus protagonistas, Darío y Eva, y lo hacía sin tapujos, a cara descubierta y desde el enfoque más opuesto a lo que me había encontrado hasta el momento. Leí su primer encuentro, avancé en su enamoramiento y atracción, los acompañé en su descubrimiento sexual y sus fantasías, hasta que me topé con su flirteo con el mundo liberal o mundo swinger. Y de pronto me dije: “¡Oh, Dios!, ¿otro Grey?”. Pero nada más lejos. La andadura de Darío y Eva se encuentra instalada en el más absoluto realismo y en la cotidianidad más cercana y natural. Automáticamente pensé que cualquiera de nosotros podría ser uno de ellos y que su historia de pareja tenía puestos los pies sobre la tierra que todos pisamos. Curiosidad, miedos, ganas de diversión, convenciones aprendidas, moralidad, celos… Y en cuanto al mundo swinger esta vez no había sombras, no había perturbaciones que curar o almas que redimir, ni tampoco prácticas de chico rico que obnubilaban a la cándida novicia. Me tranquilizó ver cómo la sexualidad de ambos no respondía en absoluto a la reacción explosiva de alguien que necesita desquitarse del mal de amores y huye hacia delante en un momento convulso de su vida. No había idas de cabeza, ni irreflexión, ni falta de sensatez o de cordura. Había vida, tangible y auténtica. Acababan de convertir el pecado en virtud. “¡Por fin!”, respiré. “Ni me aleccionan, ni me hacen de gurús, ni me encorsetan el concepto particular que yo misma haya de formarme del amor o del sexo”.

Que leí Liberi ars amandi y me dije: “El amor ha cambiado, María. Y el sexo también. ¡Y vaya alivio!”. Eso, o tal vez es que hay maneras diferentes de contarlo. 



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