Tengo una lista plagada de “yo nuncas”. Nada tienen que ver con esos “de esta agua no beberé”, no va de eso. Ni de declaraciones de intenciones de faltas en las que nunca caería, ni de radicales rechazos a usos y prácticas prejuzgadas. ¡Vive Dios que bien sé que eso no existe! Mi lista de “yo nuncas” fue creciendo con los años y se forma de elementos no siempre bellos. Hay en ella un regusto agridulce, algo mohoso a veces y tristón otras muchas. Y la habitan concesiones y cesiones, vivencias prescindidas forzadamente prescindibles, rendiciones y capitulaciones, conformismos y resignaciones. También alguna que otra toalla arrojada a la orilla y, por qué no, varios cambios de gusto y opinión; y pérdidas de fuelle, aunque los menos.
Mi lista de “yo nuncas” suena un tanto melancólica y la fui escribiendo al repetirme que esto o aquello no nació para mí, o bien que no fui yo quién se hizo para ser de uno u otro modo. “Yo nunca seré eso”, me dije…, o “nunca podré hacerlo”. Y con ello asumí -así hube de hacerlo- que los planes trazados se reconducen de inexplicables e inesperadas formas.
“Yo nunca…”. Aunque a decir verdad, ya he vivido tres o cuatro experiencias con las que no contaba, llegadas para hacerme los días más brillantes, para hacerme soñar estando bien despierta. Y vivir. Y de paso…volver de agua mi lista de “yo nuncas”.
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