CAMBIA

By María García Baranda - abril 11, 2019





"(...) La palabra distancia cambia con los kilómetros
y la palabra amor
con las heridas."

Marea humana, Benjamín de Prado.




      Y cambia. Lo que un día sentí cercano pudiera hoy hallarse en las antípodas de mi mundo. Mis búsquedas más íntimas, mis empeños, las detalladas instantáneas de lo que creí conocer como la palma de mi mano. Acaso a mí misma. Y a la inversa. Que la distancia infranqueable por alcanzar mis sueños se me hace hoy tan insignificante. Y aquella cima imposible me ve hoy sentarme sobre ella observante del día y de la noche. En efecto, cambia el concepto, como cambian las palabras en su significado. Que la lengua es diacrónica y lo que hoy significó algo terrible bien pudiera ser mañana tolerable. O viceversa: ¡alejen de mí ciertas costumbres tóxicas que hoy espanto al menor estornudo, maldiciendo!

     Y cambiamos. Y seguimos bebiendo del agua del saber de quiénes somos, de aquello que anhelamos con ansias. Y hasta lo conocido ha de mirarse con cautela, pues bien pudiera haber en ello novedad. Y si no es así, corred a evitarlo. Haced algo al respecto. Considerar que ya se sabe todo no es otra cosa que condenarse a ser el fantasma de uno mismo, a una pausa eterna en la que uno existe pero no vive. No vendería por nada ese momento en el que soy consciente de estar redescubriendo. ¿El qué? Absolutamente todo. El sabor de una comida, leer, una vieja película... Pero especialmente los pálpitos que le dan sentido a todo esto. ¿Sabéis lo intenso que puede llegar a ser el deseo cuando buceas en una nueva dimensión del sexo? Inmensa, relevadora, provocadora. Habiendo creído que estaba todo visto. Sí, el sexo también se redescubre, por más polvos acumulados que contengan tus caderas. ¡Y cómo! ¿Y el amor?, ¿qué me decís del amor? Por supuesto que el amor cambia de vestido con los años. También con las heridas -como dice el autor-, pues no hay que olvidar que le aportan estas un considerable sabor metálico, como el sabor del hierro. Se vuelve tembloroso y un tanto suspicaz. No obstante, como buen sabio -o al menos algo agitado ya por la marea-, contradictoriamente genera un cierto aroma a frescura, a campo abierto, sin muros y sin límites. Terreno fértil en el que retozar sin prestar atención a si hay testigos curiosos alrededor, muriéndose de envidia. Olvidándose un poco de lo aprendido ayer. 


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