(Rescato unas letrillas que escribí hace unos meses y que por alguna razón no había publicado aún...)
La otra tarde me despertó del duermevela el diálogo de
una película que pasaban por televisión. En él un hombre le preguntaba a la
protagonista qué buscan realmente las mujeres en los hombres, a lo que esta,
encogiéndose de hombros, contestaba no saberlo. ¡Y vuelta la burra al trigo!...
Pelín hartita de dichos tópicos; ¡gensanta!, que diría Forges-.
Completamente cierto que los mencionados lugares comunes resultan muy útiles en
determinadas ocasiones, como en el juego del flirteo, en el desahogo entre
amigas cuando no se está preparada para reconocer culpas o cuando despotricar
es la mejor medicina…, pero fuera de ahí, ¡nada! Tan viejo como el mundo y que
ha dado para novelas, poemas, artículos, obras de teatro, millones de canciones…,
e incluso para miles de libros de esos que se encuentran en las secciones de
autoayuda de las librerías.
Por mi parte, no sabría responder tal pregunta, pero
tampoco osaría intentarlo. Sería como preguntar cuál es el plato favorito de un
país o la mejor película del mundo. Yo no puedo hablar por boca de la totalidad
del sexo femenino, eso está claro, y ni tan siquiera las horas de cafés
tratando el tema me legitiman para una insulsa generalización. Lo que sí puedo
hacer es tirar de mi pasado, de mis aciertos y mis errores, de lo que le pido a
mi futuro y hablar únicamente por mi boca. Así que…, tanto para quienes puedan
tener el mínimo interés por conocer una opinión femenina, -o para ti en
concreto cuando te descubras-, ¡qué demonios!... ahí va.
Quiero que sea capaz de expresar sus sentimientos sin
cortapisas, con una caricia en la mejilla en un instante de ternura, un guiño
en un momento de complicidad o un te quiero para mí pronunciado
cuando el silencio surgió fruto del pudor. Y es que no hay mayor virtud que la
valentía de enfrentar los miedos y las inseguridades para decirle al otro lo
que provoca en ti, sea lo que sea y aunque sea tan solo por un instante.
Quiero recibir una llamada o unas letras espontáneas aun
cuando no sepa bien qué va a decirme, tan solo porque tenía la necesidad de
sentirme cerca.
Quiero que me bese cuando no lo espero, sin pensarlo y
sin esperas, aun rodeados por la multitud o sin saber si la piscina a la que va
a lanzarse tiene suficiente agua para mantenerlo a flote.
Quiero que no olvide jamás que mis necesidades y las
suyas son las mismas, y que no ha de caminar con pies de plomo para verbalizar
sus deseos por miedo a que me asuste.
Quiero que me dé un tirón de orejas cuando no esté fina y
me reclame a su lado cuando no dé la talla como compañera.
Quiero...
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