BALANCE CON NOMBRE Y APELLIDOS

By María García Baranda - diciembre 31, 2015



Medio día para la hora bruja. Doce horas para el cambio de año. Hay un halo de superstición en un día como hoy, una sensación irracional que nos empuja a sentarnos cara a cara con el año que termina, a escrutarlo con detalle y a plantearnos una retahíla de buenos propósitos y de deseos para el año que esta media noche comienza. Y bien sabemos que no se trata de un salto cualitativo hacia ninguna parte, sino de la continuación y del progreso de lo que pasito a pasito vamos construyendo, pero ¡que tire la primera piedra el que esté libre de hacerlo! Hay algo mágico en todo ello, en cerrar los ojos y observar a la espalda para, con un gesto de hechicería, cruzar los dedos ante lo que está por venir. Y lo confieso: algo en mí también me empuja a hacer balance de lo pasado y a depositar mis anhelos en los días venideros de la etapa que esta noche habrá de comenzar.

Mi balance del año,…huracanado. No recuerdo ya un año pausado o lento, eso es cierto. Esa sensación hace tiempo que se borró del todo y por lo que respecta a este último he de decir que ha sido justamente lo opuesto. Doce meses dan para mucho, sí, y en efecto estos doce últimos me han traído retos personales y emocionales complejos e intensos. No ha habido camino de rosas, ni ausencia de momentos realmente duros, pero justo hoy, 31 de diciembre, he de decir que despido el año con una sensación muchísimo más positiva que en estos años inmediatamente anteriores. ¿Y dónde se encuentra el punto distintivo? Pues sin dudarlo un momento diré que en lo que me ha supuesto y me supone haberme cruzado con alguien en concreto en mi vida. Con su nombre y sus apellidos, con sus circunstancias vitales, con su mochila a cuestas, con sus rasgos y sus peculiaridades. Algo está realmente claro. Esa persona no estaba presente antes en mi vida y ahora lo está, y ha llegado para sumar en mí. Así que a ti dirijo mi balance del año.

Tal vez las cosas no sean hoy como desearíamos idílicamente. Tal vez habríamos de aspirar a algún que otro componente que hoy no está presente. Tal vez. Pero conocerte y compartirme contigo es sin duda la mejor de mis suertes y esa no la cambio por nada ni por nadie. Porque cuando la vida te pone en el camino a alguien tan especial como tú, es para engancharte y no soltarlo pase lo que pase. Y es por eso que me agarro a permanecer en tu vida y a mantenerte en la mía a pesar de las tempestades. Que no me pierdo en etiquetas ni en la reivindicación de estados que quizás hoy no tengan sitio. Que no me dejo llevar por la exigencia de una balanza con los platillos perfectamente equilibrados. Que no me mancho de orgullo cuando lo que está en juego es perderte en la manera que sea. Y es que lo que valoro de ti es mucho más grande que todo ello. Eres mucho más de lo que vives, mucho más de lo que atraviesas, mucho más de lo que se te pasa por la mente en el momento presente. Eres alguien que, a pesar de creer lo contrario y de disculparse por ello eternamente, tiene y me aporta luz incluso en sus sombras: luz en el alma. Y que despierta mis sentidos y mis sentimientos como no recordaba. Solo con ser. Así que por todo ello, a ti dirijo mi balance del año y te coloco en un lugar preponderante. Y te doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón.






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