HACE TIEMPO QUE YA NO SONRÍO (si no me sale del tuétano)
By María García Baranda - agosto 21, 2018
Hace tiempo que ya no sonrío. Que ya no sonrío..., si no me sale con franqueza y del tuétano, quiero decir. Reconozco que tiempo atrás solía forzar la maquinaria un poco y regalar una media sonrisa con cierta facilidad, casi siempre en intentos de aclarar aguas poco cristalinas, de suavizar momentos tirantes, o de esforzarme para que la cordialidad y la buena educación impregnaran la atmósfera. Pero ya no, qué curioso. Dejé de hacerlo. Y abandoné la práctica en situaciones muy especificas, aquellas en las que detectaba que quien tenía frente a mí se estaba yendo en una por caerme simpático, a sabiendas de que yo seguramente no tenía una muy buena opinión de él o de ella y de que era conocedora de sus desmanes o faenas a gente de mi entorno. Ahí, en su profunda ingenuidad y peor fondo, la armó parda, porque en su empeño por resultarme un cúmulo de jovialidad y delicadeza me tocó la moral en dos cuestiones básicas. La primera, y más esencial, al pretender desacreditar a quien me importa, tratando en un intento vano y mezquino de que yo, desleal y sin criterio, me venda a su hipocresía y me deje cautivar con dos tontadas. La segunda al insultar mi inteligencia y cometer la sandez de que en un brote de amnesia temporal yo olvide el daño provocado a quien quiero y me sirva esa simpatía no sentida, esa estupidez, para quedarme tranquila. De ninguna manera. No importa que intentes ser un encanto conmigo, dulzura, si con quien yo quiero eres veneno.
Así que no, ya no me esfuerzo ni lo más mínimo por fingir cordialidad a quien no la merece. Se me ha instalado en la mente un filtro, de finísimo y exquisito funcionamiento, encargado de enviarme una señal inmediata en el momento en el que me cruzo con quien estimo persona non grata; en la medida que sea. No lo puedo evitar, hecho del cual me alegro, todo sea dicho de paso. Y tal vez sería capaz de desplegar algún encanto en el caso de encontrarme frente a alguien que simplemente me cae gordo, pero si el caso es el que hoy explico aquí, si se trata de un individuo que ha dañado o daña en la forma que sea a quien yo quiero, se va a llevar consigo mi más absoluto desprecio. Y si se extraña al verme tal reacción entonces es que es además es un completo imbécil. Eso y que, pensándolo bien, seguro que sus niveles de lealtad y coherencia a él sí le permitirían hacerlo.
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