ENTRE LO EXTRAÑO Y LO CORRIENTE HAY SOLO UNA CUESTIÓN DE ACTITUD

By María García Baranda - agosto 29, 2018


      


    “¡Me pasa cada cosa!”, dijo ella. “Lo que me sucede a mí no le sucede a nadie”. Y no, bonita, de ninguna manera, no puedes estar más equivocada, porque la vida entera se compone de una sucesión de hechos potencialmente narrables, singularmente destacables. Uno tras otro. De esos que hacen abrir los ojos como platos y sobresaltarse de miedo o de alegría, cuidadosamente intercalados sobre un fondo de acontecimientos cotidianos que hacen de colchón y de vitrina para que aquellos destaquen como deben. Caídas, sorpresas, logros, accidentes, pérdidas, satisfacciones, realizaciones, desatinos, fracasos…, entremezclados con ir a trabajar, hacer la comida, dormir y vestirse. Todas y cada una de las existencias son misceláneas de eventos novelables, lo que las diferencia entre sí no es otra cosa que la actitud con la que son afrontadas y sentidas, pues hay quien las vive como si fuese un personaje de Julio Verne y hay quien no cambia su rictus abúlico y apático así se lo lleve un huracán consigo.

    Actitud. Actitud que, por cierto, genera más actitud, que esta sí que es ya cuestión de hábito. Que una vez acostumbrados a unos días sin notables emociones es difícil que vayamos a por más, por aquello de que lo que apenas se conoce no se echa de menos gran cosa. Y del mismo modo si nos atrincheramos en la postura del “me pasan cosas poco interesantes”, ya que lo más probable es que nos convirtamos en seres incapaces de diferenciar situaciones ricas en sal y en pimienta, y por ende de disfrutarlas.

   Así que no, no nos suceden cosas extrañas, es que la propia vida resulta extraña vista desde un prisma de excesiva neutralidad. Y en lo extraño está la propia vida, sustancia y esencia adornada de normalidad. Entre lo extraño y lo corriente, lo inusual y lo habitual, hay solo una cuestión de actitud.




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