LA BÚSQUEDA DE LAS COSAS PERDIDAS (GABO)

By María García Baranda - marzo 18, 2019





   Leed por favor. Leed Cien años de soledad. Leed a García Márquez. Que jamás vi más verdad en letras inventadas, ni mayor invento envuelto en lo cotidiano. Y algunas de las mejores enseñanzas se hallan entre las susurrantes y crujientes hojas de sus libros. Siempre frescas. Siempre atemporales.


  ¿Tiene pues razón? Claro que la tiene. Siempre la tiene. La fuerza de lo habitual es espinosa. Nos enreda el tiempo. Nos enreda la intención, la creatividad. Apaga el brillo de esa idea que brota enorme arrancada al paisaje. Nos distrae de la peor de las maneras. Y opaca nuestra visión a lo importante. 

   Lo rutinario tiene su punto de hermosura, sí. Pero en grandes dosis envenena el ingenio hasta aturdirlo, como aturde un opiáceo los sentidos. Adormeciendo la visión y la lengua, ensordeciendo las palabras destacadas del día. Lo rutinario nos engarza a la tierra, pero nos impide escribir tras un impulso inesperado; cantar, pintar, bailar, leer sin manecillas; hablar con quienes ya nos van echando de menos. Reencontrarnos con lo que nos distingue, con las cosas perdidas, sí. Esas que no encontramos y dejamos en espera para ser abordadas al estar descuidados. La rutina nos ocupa, pero también nos sirve de excusa para prolongaciones y prórrogas eternas. Y nos ciega. Aunque para evitatarlo baste con sentarse un par de horas a mirar a la nada y sonreírse a uno mismo. 

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