CONOCER (SOLO A MEDIAS)

By María García Baranda - enero 13, 2020




      A medias, solo a medias.

     No conocemos a los demás, pero nos gusta afirmar que sí. Lo hacemos como bálsamo reconfortante que nos calme la inquietud de pensar cuánto desconocemos de quien habita al otro lado y cuán imprevisibles serán sus actos. Terrorífica sensación. Movimiento autoprotector y al tiempo ególatra, pues gustamos igualmente de distinguirnos del resto y decirnos alto, bien alto, que nadie más es digno de captar por dónde respira quien se halla enfrente. Nadie como yo. Nadie supo, a nadie se confió, a nadie se abrió con tal transparencia y nadie tan hábil como uno mismo para percibir sus terribles defectos.

    Equivocados, terriblemente equivocados, pues resulta imposible conocer a la perfección al otro, puesto que la imagen de él tenemos no es si no el fruto del contexto que lo rodea en ese preciso instante. Mutable. Deteriorable. Mejorable.  Hijo de lo que acontece a su alrededor, del ritmo de sus sus sentimientos presentes y sus padeceres en pasado inmediato; de su propia obcecación y de su idealismo. Nieto de la mella de su herencia educacional e incluso genética, pero especialmente contrincante de cómo nos comportamos con él y de aquello que le entregamos con ambas manos. Sus palabras, acaso respuesta a una palabra nuestra. Sus actos, posiblemente fruto de sus propias perturbaciones -graves en ocasiones-. Con suerte, gestas de avance personal. Lo que hoy le divierte mañana dejará de estimularle. Lo que niega a pies juntillas tal vez lo abrace mañana en un acto de reconciliación con su propio mundo, quién sabe. 

    No conocemos al otro, solo a medias. Aunque creerlo alimente nuestras propias carencias. 





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