DROGA DURA VESTIDA DE GRANDEZA DEL ALMA

By María García Baranda - enero 19, 2020




      Valió la pena todo lo pasado por llegar aquí... ¡Que no, carajo, que no!

      La pena nunca debería valernos. Ni ungüento para las heridas, ni justificación por el tiempo padecido. La pena desgarra el alma, arruga la piel y el espíritu, ahonda las ojeras, hace brotar las canas y te hace viajar a lugares de los que nunca vuelves siendo el mismo.          La pena devora el tiempo, las ganas, la inocencia y la confianza. Y se come glotona la dulzura por sabrosa. La pena no es una ruta pedregosa tras la que hallar la cima que te hace olvidar que tus pies están en carne viva, sino un espacio indefinido y gris en el que se camina a un ritmo extrañamente lento de autocastigador regodeo. Nunca valió la pena.
Peaje que pagar a la llegada de los días de luz, trayecto inevitable en el que aprender lecciones impagables. Un precio del que sentirse orgulloso en este mundo en el que se enaltecen los días esforzados aun carentes de frutos; el ser sufrido frente a tempestades impuestas; el conformarse, esbozando media sonrisa, con lo menos malo por si lo bueno no llegara; y el afirmar, mientras se asiente resabido, que nada es fácil y que al que algo quiere algo le cuesta. Medicados para no rabiar, para no protestar, para no rebelarnos. Para aguantar la nada. Droga dura vestida de grandeza del alma intoxicando cuerpos que caminan viviendo a medio gas. Tal vez a un cuarto.
   La obscena idea de que padecer está bien visto, resulta chic y de un estilo decadentemente romántico.Y mientras tanto el sujeto precipita sus días en caída libre. Elegante siempre, eso sí, que para presumir hay que sufrir. Nos inyectamos en la sangre la tolerancia al dolor consentido, mientras tarareábamos una melodía con sabor rancio, que cantando se van las penas, al fin y al cabo.


     No me valió la pena del desvelo o de la lágrima por falta de cabeza. Rotundamente no. Que bien preferiría no haber atravesado amarguras estériles que tan solo se llevaron consigo una parte de mi yo más níveo, mientras del todo estúpida fumaba droga dura vestida de grandeza del alma.





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2 comentarios

  1. Muchas gracias por invitarme a tu blog! Muchísimas veces me siento igual que tú. Un saludo

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  2. Gracias por conpartirlo!vivimos en la eterna mentira.como bien dices nos endulzan el mal trago con píldoras de filosofía barata,y si no funciona opiáceos,le llaman estres,depresión,ansiedad...yo le le llamo...vivir una vida que no quieres.hay que cambiar lo que nos perturba

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