Los amores se viven así, arrebatados.
Enormes, intensos, superlativos. Es lo que toca.
Se viven como si nunca, ni antes ni después.
Se viven como si todo…, hasta que llega el otoño. Son entonces el
tiempo y el viento los que, al desnudar sus ramas y despojarlas de empeños sin
forma, nos enseñan que acaso aquellos no fueron ni tan brillantes, ni tan
agudos, ni tan lozanos.
Trucos de nuestra mente hambrienta y
conformada.
…Y luego hay otoños
tempranos que además traen consigo una deslumbrante y cálida luz eterna para
percibir que entonces sí, que aquello sí: enorme, intenso, superlativo.
Tú.
Más allá del sueño, Amor
mío.
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