Empecé a escribir…
…a decir verdad ya no recuerdo cuándo, pero sí por qué. Empecé a escribir porque pensé que podría hacerlo bien, porque hablé antes de caminar y a escribir antes de conocer el significado de un millón de palabras. Permanecí. Y continué escribiendo cuando supe que lo hacía con alma, como una gracia concedida generosamente.
Escribí para hacerme visible, audible, tangible. Para que me escuchasen en papel y me tocasen desde la distancia. Escribí porque guardaba mil secretos que me desbordaban el alma, porque desesperada estallaba mi lengua de callarlos, y al menos entre letras nadaban estos burbujeantes. Escribí para sobrevivir cuando apenas me reconocía, para no enloquecer y cuando la tinta era el único elemento que me otorgaba cordura. Escribí para construirme en lo que soy envuelta con mis ropas y mis gestos.
Escribí amando y peleando, reflexionando, sintiendo, vagabundeando, enloqueciendo, llorando, imaginando, sopesando, soñando, deseando, protestando, dudando, rabiando…; pero siempre yo. Escribí para no sentirme sola, para no sentirme lejos, para no sentirme nada. Escribí sintiéndome elevada, bella y excelsa, diosa deseante y deseada. Escribí por venganza y por agradecimiento. Para despertar mentes, tender manos, despertar sentimientos, insuflar aire al corazón gastado. Escribí con desgarro y con materia ardiente. Y me leyeron.
Escribí. Y aún escribo. Mientras viva. Mientras sienta.
0 comentarios