Cuando
en la calma esperas que las olas arriben por sí solas, sin salir a buscarlas.
Cuando no sabes si aquello que deseas se hizo para ti. En ese instante eterno
te preguntas si una invisible capa de desnuda altivez te recubre el cuerpo,
dejándote en el rostro la impronta de tu olvido.
Acaso
seas ánimo desgastado con el paso del tiempo, ruinas que en otros días fueron
patria y abrigo de vívidos placeres. Acaso resignado observante de lo que otros
construyen a su paso, recordándote entonces que no te pertenecen.
Y
rebelarse entonces se convierte en el único camino permitido.
Y
enfrentarse a las olas
y
salir a buscarlas.
Y
quitarte la capa que te recubre el cuerpo.
Y
mostrar ese rostro de verdades no ocultas.
Y
rehacer las ruinas construyendo un castillo franqueable.
Y
no ser observante.
Y
comerse la vida de un bocado en un beso.
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