Acurrucada en mi extremo de la cama, antes de cerrar los
ojos abriré la mente a mi habitual repaso del día. Rememorando olores, evocando
miradas, poniendo sobre las íes de las palabras dichas los puntos necesarios.
Seguramente olvide alguna, me será imposible traerlas por
completo a mi consciente. Pero no importa, no hace falta. Cuento con la esencia
de lo que realmente me mueve y me conmueve. Cuento con las sensaciones
despojadas de ideas que son realmente las que me nutren la piel y pronuncian su
discurso en perfecto equilibrio.
Podré olvidar palabras, pero nunca el pálpito de los
instintos teñidos de locura, los ojos y caricias…, mi respuesta. Hay más
cordura en ellos que en cualquiera de las decisiones sopesadas con la más
extrema de las prudencias. Lo demás poco importa, porque en el transcurso de
los días he aprendido que concederle a la mente demasiado poder aniquila la
libertad para seguir adelante… viviendo, sintiendo. Manteniendo abierta una
puerta que jamás habríamos de cerrar con nuestras propias manos.
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