SENTIR EL HOY

By María García Baranda - marzo 09, 2016



Autorreflexión. Desde lo más interno de mí misma y respecto a uno de los rasgos más acusados de mi carácter. Desde muy pequeñita me calificaron como hiperresponsable. Yo no diría que tanto, más bien creo que se referían y refieren a cierta preocupación ante el modo de hacer las cosas, ante la consecución de un resultado y ante las posibles consecuencias que traiga. Obediente como era y nada contestataria se me instaba incluso a protestar de vez en cuando, a rebelarme y a no ser tan sentida ante una reprimenda. El resultado o la raíz quizás de dichos rasgos me llevó a lo que soy hoy: analista en profundidad de todo aquello que hago, pienso y siento. Algo heredado, diré. Años de práctica ya sumo unos cuantos y la sensación de quienes me rodean es que hay una dosis excesiva de autoexigencia y de autocrítica en aquellos proyectos que emprendo. No puedo por menos que darles la razón al respecto. Soy capaz de pasarme setenta y dos horas sin dormir hasta que doy por finiquitado un asunto. El gasto de energía que empleo es seguramente muy superior al necesario, por lo que no soy demasiado pragmática. El resultado suele satisfacerme, pero ¿es rentable? Según y cómo se considere. La cuestión es que mi modo de hacer no dista del de muchos otros a los que se les llama perfeccionistas y entre los que yo no me identifico del todo. La cuestión es que junto a ese modus operandi existe otro y es de la necesidad de preparar el terreno. ¿Para qué? Para todo. Necesidad de ensayo, de saber cómo van a ser las cosas, qué va a pasar, cómo vamos a sentirnos, qué puedo provocar en el resto y qué pueden ellos provocar en mí. Sesenta o setenta pueblos son los que me paso del camino, ya lo sé. Prometo que soy consciente y que me paso el día tirando y aflojando la cuerda de ese comportamiento nocivo donde los haya. Resta espontaneidad y (me) hace sufrir sin necesidad.

Es cierto que con los años he conseguido ganar en improvisación y son ya muchas las cosas que abordo sin necesidad de hacer una planificación bien medida de pros y contras ni un análisis similar al cuadre de un balance. Pero tengo una importantísima labor por delante por llevar a cabo y que hoy día, no sé si por mi edad o por mis circunstancias de vida, se me hace imprescindible: no anticiparme a los acontecimientos y aprender a vivir el hoy, a sentirlo, a disfrutarlo. A poco que emplee la lógica no me cuesta trabajo llegar a la conclusión de que quién sabe qué pasará mañana, dónde estaremos o cómo transcurrirán nuestros asuntos. Sé que por más que la experiencia me haya enseñado a vislumbrar ciertas cuestiones y a sospechar por dónde irán ciertos tiros, la historia no está escrita, por lo que… ¿para qué demonios me dejo caer en el insomnio dándole vueltas a cómo habré de sentirme mañana y cómo se sentirán quienes me rodean? Para darme de cabezazos, lo sé, porque dicha actitud se contradice absolutamente con ese otro pensamiento que tengo bien presente: el hecho de que no podemos dar nada por sentado y que no hay garantías de nada, menos aún al interaccionar con más elementos en la ecuación.

Consecuentemente me toca ponerme manos a la obra. Quizás sea buena edad, quizás sea buen momento. Y es que lo que sí me duele de ello –aunque no pienso flagelarme-, es que mientras me dejo llevar por ese remolino me estoy privando de ser feliz hoy y de hacer más felices a quienes me rodean. Una hora de felicidad, una tarde, un día, una semana,… son momentos ganados al tiempo. No, de hecho son el tiempo mismo, la sustancia de la que se hace la vida, tiempo que no vuelve y momentos que uno a uno van sumando en nuestro aprendizaje, en lo que nos alimenta, en nuestras relaciones. Si un gesto me hace feliz, una conversación, un movimiento vital… ¿y por qué no? ¿A quién he de dar cuentas si lo siento verdadero?, ¿a mi yo futuro? Mi yo futuro no ha llegado o tal vez si llega, esté más satisfecho y más de acuerdo con mi yo presente de lo que hoy creo. Y más vale que me ponga a ello, porque como no lo haga mucho me temo que voy a cargarme experiencias y caminos esenciales en mi vida. Y ya que no me he dado cuenta antes, espero no llegar demasiado tarde.

Pensar el hoy, vivir el hoy, sentir el hoy… Este es el verdadero objetivo que me planteo en mi momento presente y degustar todos y cada uno de los ingredientes que lo conforman.







  • Compartir:

Tal vez te guste...

0 comentarios