AVISO A NAVEGANTES

By María García Baranda - abril 12, 2016

    La idea de este blog me nació hace más de cinco años. No lo puse en marcha activamente en cambio hasta un año y medio más tarde, momento en el que tuve la necesidad imperiosa de escribir públicamente. Escribir es algo que llevo haciendo desde que era niña, del mismo modo que fui siempre una ávida lectora de cualquier género que llegase a mis manos. Me divertía, me nutría y me conmovía con cada página. Mi afición y hoy ya profesión caminando de la mano y casando absolutamente con mi rasgo más personal: sentimental empedernida. Y comencé a usar la pantalla para este fin. No buscaba nada, no pretendía nada en concreto más allá de lo que todo escritor necesita: lanzar sus letras al exterior y que estas sean leídas por aquellos a quienes pueda interesar. Hay en él, como todo el que me lee habitualmente bien sabe, opiniones variadas sobre temas que despiertan mi interés, retazos de mi adorada literatura y sobre todo mi yo más íntimo. No es esto un diario, pues no ofrezco en él minuto y resultado de mi vida ni de mis sentires. Son pinceladas de momentos personales, pero ofrecidos siempre desde el punto de vista más interno que en mí se halla. Mis reacciones, mis revoluciones, mis dolores y mis alegrías. Como las de cualquier otro. Pero lo cierto es que cada experiencia que para mí es importante me genera una necesidad supina de aprendizaje que automáticamente me lleva a reflexionar sobre ella y a tratar de sacar una enseñanza. Objetivo principal: comprender al ser humano. Si no comprendo no admito. Si no admito, no acepto. Si no acepto, no elimino rencores. Sin todo ello, no avanzo. Si no avanzo, ni vivo ni dejo vivir. Eso es pues lo que se cuece en el horno. Tras ello, una vez alcanzado tal fin, procedo a aportar mis reflexiones más personales a los demás. Si a mí me ha costado llegar a ellas verdadero trabajo, no girar la cabeza a las verdades aunque duelan, desgaste y tiempo, caer en lo más profundo, tragar lo intragable, quebraderos de cabeza, horas, días y noches sin dormir, lágrimas a litros,... ¿por qué no ofrecerlas una vez que estas han tomado forma? Considerarlo como regalo puede tildarse de presuntuoso y nada más lejos de mi intención, porque una vez que llevo con ello mi labor inicial, esto es, aclararme yo, ordenar mis ideas, sacar mis conclusiones y desahogarme, corro a hacerlo público como niña que grita: ¡eureka, lo encontré! Eso es este blog.
   Desde que lo puse en marcha mucho son los que a él se asoman, cosa de la que me siento profundamente agradecida y honrada. De verdad que sí. Y si gusta, me halaga. Y si sirve, me enorgullezco. Y del mismo modo soy consciente de que los ojos curiosos también rondan entre estas letras. Si me desnudo, a ello me expongo. Soy consciente de ello en todo momento. La pena es que exista quien no sea capaz de percibir que el precio que pago es caro, porque  ofrezco una parte esencial de mí, y que lo hago gustosa dado que mi lado altruista es el que me mueve. Pero sí. Hay quienes ojean y sacan conclusiones, quienes tratan de hacerse una composición de lugar, quienes especulan y creen incluso a veces llegar a conocer a quien aquí escribe o cada paso de vida de quien aquí se escribe. ¿Eso es todo? Y en ese caso yo digo: ¿tan fácil resulta conocer a las personas y sus vidas? Afortunados ellos, pues, si así lo logran. Lo que lamento no es la curiosidad, pues todos -yo misma, muchas veces-, somos gatos que mueren a sus manos, ansiosos por saber lo que desconocemos. Con lo fácil que sería consultar a la fuente y no acuar como niños en patio de colegio. Pero cuento con ello. Y aún así lamento que no se saque un fruto mayor que el de tratar de hacerse una idea de mi propia vida. No es tan interesante para quien no la comparta conmigo, lo juro. Hurgar en mi vida tampoco resulta tan fructífero, puesto que lo que aquí asoma es solo la puntita del iceberg de mucho más. Como le ocurriría a cualquiera, por cierto. Evidentemente no todo el que aquí llega habría de opinar como yo y ¡menos mal! Ni captarme. Pero bien podría alimentarse de algún modo de aquello que yo pueda aportar, así como entender que mi premisa de vida, a poco que lean, es la de: vive y deja vivir, como ya dije. Por lo que a mí se refiere, es la lección más importante que he aprendido en mis cuarenta años de vida. Comprenderían que tras estas letras habita una mujer que tan solo quiere ser feliz, que como casi todos a esta edad ya ha pasado lo suyo, a la que ya le toca, pero que sobre todo intenta que quienes la rodean vivan en paz y que, por cuanto de dependa, tratará de contribuir a ello con todas sus fuerzas, dando incluso su beneplácito. Esa es la pasta de la que yo estoy hecha. Esto no es un culebrón. Esto es mi vida. Palabra que la tomo muy en serio, así como cada uno de los compromisos que con ella adquiero. Comparto por un fin mayor, pero es real. Y duele. Y da alegrías. Y cuesta. Y no es en absoluto frívola. Mucho menos es material para comerciar ni para el mezquino cotilleo, máxime tratándose de sentimientos. Al menos así lo entenderán aquellos con la inteligencia y la sensibilidad suficientes como para haberse impregnado ya de lo que es la vida. Que haberlos haylos.



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