CUATRO HISTORIAS DE DOS
Silvia es una chica de treinta y siete años. Lleva unos ocho meses enredada en una historia indefinible con un chico con el que no termina de aclararse. Lo quiere mucho, lo admira, se siente a gusto a su lado, pero suele darle evasivas a la hora de avanzar un paso más. Algo se lo impide. Pasan algunas noches de la semana juntos, casi siempre en casa de David, porque vive muy cerca del trabajo de ambos. Silvia lleva a las espaldas un par de relaciones terminadas. La primera duró cinco años y medio. La segunda poco menos de tres. En ninguno de los dos casos convivió con sus parejas. Aunque a ella le habría gustado, ellos no eran muy partidarios de pasar a esa fase, no estaban preparados o convencidos, ¡vete a saber! También en ambos casos le explicaron que eran un tanto difíciles en el día a día y que eso terminaría cargándose la relación. Hoy es ella la que camina lenta sobre sus pasos y muchas veces piensa que es su carácter el que se ha convertido en una compleja maraña de reacciones inexplicables. Con los años todos nos hacemos un poco raros y portamos heridas. Con los años ya no toleramos igual y somos (re)celosos de lo nuestro.
Sergio es padre de una niña de nueve años. Cada mañana la lleva al colegio antes de ir a trabajar. Los días en los que la niña duerme en casa de su madre, pasa a recogerla con el coche. Tienen una relación de gran complicidad y Paula se lleva además muy bien con Ana, la novia de su padre. Ana no tiene hijos. Se separó hace unos seis años, uno más que Sergio. Hace cosa de dos años se conocieron por unos amigos en común y aquí están. Sergio adora a Ana. No puede pasar sin ella. Es como un imán para él. Le encanta todo lo que es, lo que representa, su forma de hacer las cosas. A ella le pasa lo mismo con él. Está absolutamente obnubilada con Sergio. Tanto, que él no se lo cree mucho. Suele hacer gestos demandando que se lo refresque cada poco tiempo. Necesita saber que sigue ahí, sintiendo lo mismo y que Ana no se enfría. Ella, por su parte, tiene ganas de comprometerse, pero Sergio no está del todo seguro. Tiene una niña, una historia dolorosa detrás,... La otra tarde le dijo a Ana que la quería, pero que de momento debían seguir en el punto en el que estaban. No estaba seguro de que ambos fuesen las personas de sus vidas. Ana simplemente se quedó callada.
Jon vive con Alicia. Están a punto de cumplir los treinta, pero no se porqué me da que lo celebrarán por separado. Llevan juntos casi siete años y han roto su relación cinco veces ya. Alicia tiene un carácter muy difícil, es una bomba de relojería que estalla en cuanto las cosas no son como ella había planeado. Jon en cambio es una balsa a la deriva en el mar. Es la viva imagen de la tranquilidad. Calmado, tímido, introvertido. También es alguien bastante inseguro, a pesar de contar con cualidades muy positivas, personales y profesionales. Alicia, sin embargo, parece no estar nunca satisfecha y tiene una tendencia demasiado frecuente a montarle escenitas con críticas hirientes. Jon es tremendamente sensible al respecto y las encaja francamente mal porque lo dañan en sus puntos más débiles. Se está planteando marcharse a vivir fuera cuando empiece el año. Quiere a Alicia, pero ya nada es lo mismo.
Inma y Pablo llevan dieciocho años casados. Tienen dos hijos de quince y doce años. Se conocieron en la universidad con apenas veinte y trabajan juntos cada día en el mismo despacho de abogados. Inma y Pablo han llegado a un punto de la relación en el que sus conversaciones se han quedado vacías de contenido. Se limitan prácticamente a los detalles de la casa, a los asuntos en común de sus hijos y a las broncas mensuales. Sus enfrentamientos casi siempre tienen el mismo detonante. Pablo es bastante independiente, dedica mucho tiempo a su trabajo, a sus actividades particulares y eso hace que la dedicación a la familia se resienta. Inma es bastante controladora. Siempre le está preguntando a dónde va, con quién, a qué hora piensa volver y cosas por el estilo. Al final, dos de cada tres veces la cosa se reconvierte en pelea. Inma estuvo a punto de tirar la toalla hace cuatro años, cuando se ilusionó con un compañero de trabajo con el que estaba llevando un proyecto. Creyó estar enamorada de él y se planteó terminar con su matrimonio. Una tarde quedaron para tomar un café y rozaron el punto de enrollarse, pero no lo hicieron. Estuvieron, no obstante, llamándose, escribiéndose y mensajeándose durante dos meses más. Un día, sin previo aviso, él se trasladó de despacho. No se han vuelto a ver. Inma tampoco suele acordarse mucho de todo aquello.
SILVIA, DAVID, SERGIO, ANA, JON, ALICIA, INMA y PABLO BAJO EL MICROSCOPIO
Inma y Pablo llevan dieciocho años casados. Tienen dos hijos de quince y doce años. Se conocieron en la universidad con apenas veinte y trabajan juntos cada día en el mismo despacho de abogados. Inma y Pablo han llegado a un punto de la relación en el que sus conversaciones se han quedado vacías de contenido. Se limitan prácticamente a los detalles de la casa, a los asuntos en común de sus hijos y a las broncas mensuales. Sus enfrentamientos casi siempre tienen el mismo detonante. Pablo es bastante independiente, dedica mucho tiempo a su trabajo, a sus actividades particulares y eso hace que la dedicación a la familia se resienta. Inma es bastante controladora. Siempre le está preguntando a dónde va, con quién, a qué hora piensa volver y cosas por el estilo. Al final, dos de cada tres veces la cosa se reconvierte en pelea. Inma estuvo a punto de tirar la toalla hace cuatro años, cuando se ilusionó con un compañero de trabajo con el que estaba llevando un proyecto. Creyó estar enamorada de él y se planteó terminar con su matrimonio. Una tarde quedaron para tomar un café y rozaron el punto de enrollarse, pero no lo hicieron. Estuvieron, no obstante, llamándose, escribiéndose y mensajeándose durante dos meses más. Un día, sin previo aviso, él se trasladó de despacho. No se han vuelto a ver. Inma tampoco suele acordarse mucho de todo aquello.
SILVIA, DAVID, SERGIO, ANA, JON, ALICIA, INMA y PABLO BAJO EL MICROSCOPIO
Silvia no se compromete con David
ni accede a vivir con él,
aduciendo que no está convencida de ese paso.
Silvia siente en realidad pavor de que sea a la inversa.
Ya ha pasado por ello.
Tiene pánico a volver a perder
y a que David sea de nuevo el símbolo
del abandono y algo efímero en su vida.
Silvia no sabe que eso es lo que le ocurre.
David no manda a Silvia al cuerno por sentimientos.
David está totalmente involucrado
en su relación por primera vez en su vida.
David está empeñado en que salga bien
y no sucumbe, porque ya sabe
cómo se siente alguien cuando lo dejan.
David fue abandonado por su padre
cuando tenía poco menos de un año.
David no tiene ni idea de porqué se empeña tanto.
Sergio está en la gloria con Ana.
Sergio no se va a vivir con ella
porque cree que Ana es
una mujer demasiado libre
para una vida en común con él.
Sergio cree que Ana se cansará tarde o temprano,
como le pasó a su ex-mujer.
Sergio duda de su historia en común
y de lo que ambos sienten.
Sergio desconoce lo que le sucede en realidad.
Ana quiere a Sergio con locura.
No se aleja de él simplemente por eso.
Ana fue quien le planteó
la separación a su ex-pareja.
Nunca estuvo realmente enamorada de él.
Ana,... no sabe, no dice, no especula.
Jon está aguantando más de lo que debería.
Jon nunca se ha tenido en gran estima
y es por eso que tiene frente a él a quien
lo trata tan mal, como él a sí mismo.
Nunca hasta ahora se había planteado
si lo que recibía de Alicia era algo merecido.
Jon no sabe porqué sigue sintiendo algo por ella.
Alicia no se controla a sí misma.
Alicia es hija única y una niña de papá y mamá.
Lo ha tenido todo hecho desde que nació.
Todo salvo afecto.
Ella cree que tiene derecho a reclamar y a exigir.
Alicia siente terror de que no la quieran.
Inma es adicta al control.
No lo sabe, pero está convencida
de que Pablo la engaña.
Sabe cómo somos las personas,
sabe que todos podemos fallar,
como casi falló ella en una ocasión.
Inma no es consciente de que está buscando
que todo rompa.
Pablo va a su aire.
Está cansado, pero tiene una familia.
No se ha planteado divorciarse nunca.
Sus padres vivieron juntos durante casi sesenta años.
Pablo hace tiempo que no tiene ilusión,
pero no le importa.
Pablo no se acuerda de lo que es el amor.
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Ocho personas y cuatro historias. Alguna nefasta. Otra que pisa sobre piedras antiguas. Todas y cada una de ellas reposan sobre las fortísimas y particulares condiciones psicológicas y emocionales de sus miembros. Obviamente. ¿Qué es lo que hace que pasen estas cosas? ¿Qué hace que las relaciones no vayan a más?, ¿que se presenten dudas?, ¿que mueran sin amor después de años?, ¿o que sean destructivas? La respuesta es: EL ESPEJO. Nuestra pareja es un espejo. En él vemos justo el defecto que padecemos, la carencia que nos atormenta, las taras sin superar, los empeños que nos obsesionan o la visión -aun nefasta- que tenemos de nosotros mismos. En ocasiones, dar con alguien que revuelve nuestro yo más sensible será una terapia de choque para fortalecernos. En otras nos estamos atando a un sentimiento masoquista, porque creemos que es lo que merecemos, dado que es lo único que hemos conocido hasta el momento. Y en alguna otra, queremos, pero no queremos; entramos, pero poco; salimos, pero no,... Lo que sí es bien cierto es que cuando miramos a esa persona a la que queremos es nuestro propio reflejo el que estamos viendo.
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