EQUIS O CORAZÓN

By María García Baranda - abril 18, 2017


      Antes de leer estas líneas ve el corto que precede a este texto. Son solo cinco minutos, hazlo. 


 Equis o corazón, Roberto Pérez Toledo


    ¿Ya lo has visto? Antes de comenzar a utilizar las nuevas tecnologías para relacionarnos socialmente alguien tendría que habernos advertido que teníamos que aprender tres reglas fundamentales: 1. No sustituye el cuerpo a cuerpo. 2. No sirve para escondernos ni atenuar nuestros miedos. 3. Son un arma de doble filo y el lado cortante es frío, implacable y despiadado. Confieso que más de un setenta y cinco por ciento -por dar una cifra, e igual me quedo corta-, de los malentendidos y disgustos que me he llevado en mi vida personal en los últimos tiempos se han debido a un mal uso (por mi parte y por la otra) de los nuevos sistemas de comunicación. Ya conocemos la beldades de las redes sociales. Nos encantan. Y pueden darte la oportunidad de minimizar distancias, de compartir casi todo momento del día a día, de tener detalles preciosos con el otro y hasta de toparte con alguien maravilloso. Pero la comunicación por esas vías es letal. Se vicia, se vuelve adictiva y compulsiva, y dispara los nervios. Me contestas, no me contestas, eres poco expresivo, estás diferente, te conectas, no te conectas, con quién hablas, quién es ese tío que te escribe, quién es esa amiga, quién es ese que dio un like, estás ligando, con quién más chateas.… Cuando todo va bien, su uso es fantástico. Pero cuando surge el conflicto, cuando surge una discrepancia o roce -si no es que lo provoca-, preparémonos para degollarnos. Hemos escrito, leído y hablado mucho ya del tema, pero junto a todo ese pozo de moho se encuentra la faceta de escondite al que me refería antes. Y es que tras el muro sin cara que es la pantalla traspasa todo sin filtrar. Y si la cosa se pone fea, nos piramos y punto. Personalizamos lo virtual para después cosificar a la persona. Y todo porque llegamos a hacer y decir cosas que jamás desarrollaríamos cara a cara. O no de ese modo. ¿Me equivoco? Porque mirando a la persona a los ojos, la cosa es diferente, se huelen las emociones y con ese efecto, con las reacciones de quien está enfrente, se van modificando las conductas. El agravio ya no es tanto, los miedos no son huídas, las opiniones no son tan críticas y... podemos abrazarnos. Pero como somos unos cobardes, como temblamos de miedo ante el dolor, retiramos los ojos e incluso pensamos que ya vendrá otro corazón que marcar después de dicha equis




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