EL MÉTODO DEL SILENCIO

By María García Baranda - marzo 19, 2017

  



       ¿Verdaderamente quieres que te lo diga?, ¿a saco y sin anestesia? Mira que puede resultar duro de oír y de leer. Doloroso incluso. Pero lo digo, si quieres. Sin censuras. Bien… Pues que conozco el modo infalible en el que las personas se olvidan. Lo sé, así es. Y puedo decir que arrasa con todo. Se trata de un método que comienza causando autoconvencimiento. Se nutre de los pensamientos propios, no cotejables con los del otro, y que van evolucionando y engordando, reafirmándose y solidificándose a base de releer en la mente las últimas palabras que las personas se dijeron entre sí. Una y otra vez. Una y otra vez. Así, a base de dar vueltas al mismo asunto sin posibilidad de ser rebatido o matizado, uno llega a formularse su propia impresión del tema, que casi siempre se apoya en tener razón. El crearse, por tanto, una imagen propia, casi unilateral y llena de uno mismo es elemento conductor básico para que esas personas terminen olvidándose, en efecfo. Pero la cosa no acaba ahí. Sigamos. El método en sí va generando una imagen menos positiva del oponente, esto es, un recordatorio con todo aquello que lo hace dispar a uno mismo, dejando al lado los elementos comunes e hincando los dientes en lo que separa o incluso hiere. Podríamos llamarlo "una ficha del no", que de tanto revisarla fomenta el que busquemos un lugar virtual en el que acomodarnos, y sentirnos mejor y más a gusto. Menos amenazados. Más seguros. Lo más habitual es que llegados a ese punto todos nos instalemos en ese lugar cómodo que precisa de una distancia mental y física del otro. En él comienza un crecimiento interior y un fortalecimiento que compiten directamente con el recuerdo dulce del otro. Se inicia ahí la fase del “o tú o yo”. Poco a poco se va creando una zona de confort a base de ir levantando una fortaleza rodeando a cada uno de los individuos implicados, y tras cuyos muros únicamente habitan tan solo el propio pensamiento y los propios sentimientos. Se alimentan y nutren, relamen y retroalimentan. Por sí mismos y entre sí. Y la otra voz, la otra cara, la otra forma de pensar se va nublando. Y con los pensamientos excedentes formamos un "todo encaja". Y así, fase a fase, paso a paso, es como nos olvidamos las personas. Entrando en uno mismo y sin ecos de nadie más. Sin palabras, sin imágenes, sin ideas ajenas,… nada. En abstinencia total y absoluta. Por cierto, el método tiene un nombre: El silencio. ¿Acaso pensabas que era algo más sofisticado y complicado?, ¿menos natural? Pues no. Es tan simple que nadie repara en él. Pero sí, repito, es infalible para que dos -voluntaria o involuntariamente, más o menos acertadamente, según el caso- se olviden el uno del otro. A veces se emplea de un modo deliberado. Por necesidad o por sentimiento. Otras no nos damos cuenta y vamos empleándolo inconscientemente con alguien hasta que las consecuencias ya están ahí. Ausencia de palabras. Silencio. Es lógico que funcione. Porque si el diálogo une, el silencio separa. Y no hay más vuelta de hoja, página, libro o colección. A mí me lo van a contar... 





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