LA DESINFORMACIÓN COMO CAUSA DE TODOS LOS MALES
By María García Baranda - mayo 28, 2017
Pawel Kuczynski |
Llevo una buena temporada prestando una especial y analítica atención a la relación directa existente entre el vertido de información al público, y la calidad y cantidad que este absorbe e interioriza. No tengo por menos que afirmar que mi diagnóstico no resulta en absoluto positivo. Los comunes mortales adolecemos de una falta de información escandalosa. En general se está poco y mal informado. Y podría decir que tal estado no se anda a la zaga con la carencia existente siglos atrás, siendo hoy en ocasiones aún más acusada. La consecuencia directa de esta profunda desinformación, que pasa tanto por la ausencia de datos veraces, como la presencia de datos falsos, no es otra que la de convertirnos en débiles objetos de manipulación como vía para la consecución de intereses particulares.
Si descontextualizo esta afirmación cuento con que la primera reacción va a ser la de negarme el hecho, apoyándose en el argumento de que vivimos rodeados de información, sobrexpuestos de hecho. No niego que es cierto que nos ahogan los datos y los medios para difundirlos. Están por todas partes, por cualquier vía, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, e incluso mientras dormimos. Pero mucho me temo que eso no garantiza su calidad, y lo que es más, no garantiza que lo que nos llega pueda llamarse realmente información.
Fijémonos en tres fuentes de información esenciales hoy día: los medios de comunicación, las redes sociales y el contexto educativo. Quien más y quien menos acude a alguna de ellas para saber qué pasa en el mundo. Y hay quien no le presta atención ni acude a sus fuentes para saber lo que ocurre en verdad ahí afuera, pero en tal caso son ellas las que asoman a su casa con el saldo final de: comunicación alcanzada. Alguien que lee la prensa, que ve u oye los informativos, que cuenta con sus perfiles en las redes sociales, y que lee algún que otro texto divulgativo podría considerarse como un ser bien informado. Y digo “podría” porque no es necesariamente así.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Amanecemos con los titulares del día. Abrimos el periódico o internet , o encendemos la radio del coche de camino al trabajo con el fin de saber con qué noticias hemos amanecido. Queremos y necesitamos saber, sentirnos dentro de la rueda del mundo y para ello confiamos en los medios de comunicación. El principio básico del periodismo es el de informar. Para ello el ejercicio ha de realizarse de manera imparcial, naturalmente, puesto que su meta es alcanzar la objetividad necesaria para que la noticia llegue al público tal cual ocurrió, en su estado más puro y libre de interpretaciones o valoraciones. Hablamos naturalmente del género informativo, el de la noticia del periódico o del informativo de televisión. Sí, género informativo y no de opinión, por lo que dirigir la noticia aportando unos datos concretos con el fin de conseguir un efecto en el público desvirtúa la intención inicial. Sin embargo, todos sabemos de qué pie cojea cada periódico o revista, cada canal de televisión, cada cadena de radio. Es por esto que la información que recibimos de la prensa ha de ser sujetada con pinzas y mirada al microscopio, si no queremos ser víctimas de manipulación. Bien por incapacidad pada la objetividad del profesional de turno, o bien -en mucho mayor grado-, por exigencias del ente comunicativo al servicio de intereses políticos y económicos más grandes, lo cierto es que, salvo unos pocos medios valientes e independientes, la información nos llega tergiversada. De hecho lo que nos llega es pura desinformación.
Aún recuerdo que hubo un tiempo en el que si una noticia salía en el Telediario no era discutida ni discutible. Era tomada casi como dogma de fe, puesto que era el medio más serio y riguroso para recibir dicha información. Yo al menos, en aquellos años de adolescencia, no lo ponía en duda. Hasta que comencé a percibir contradicciones, silencios, errores,… y me caí del guindo. Por las razones que fueran yo había comenzado a formarme un pensamiento crítico y eso es lo que me permitió ir desarrollándolo con tal firmeza como para no tragarme la información que fuera, viniera de donde viniera. Eso no me exime de ser manipulable, en absoluto, ojalá; pero tuve suerte y no todo el mundo la tiene. Hay quien no goza de la fortuna de poder distinguir una información manipulada de una que no lo está. Hay también quien sufre de un bloqueo tal que, a pesar de estar vendiendo su libertad de información, busca el solo placer de disfrutar con lo leído o visto, y para su tranquilidad elige a quien le cuenta las cosas que no le crean problemas de conciencia y tal y como le gusta oírlas. Por lo tanto, la información recibida de los medios de comunicación no es toda, ni siempre confiable.
LAS REDES SOCIALES
La llegada de las redes sociales ha supuesto, junto a la digitalización de los medios, un salto cuantitativo hacia adelante en materia comunicativa. Cuantitativo sí, cualitativo no. Facebook y Twitter nos permiten estar al segundo al cabo de la noticia, difundir como la pólvora titulares y opiniones, y por supuesto interactuar al respecto. Decía Andy Warhol que todos necesitábamos en la vida al menos quince minutos de fama. Lo que él no sabía era que las redes resultarían la plataforma ideal para que esos quince minutos fueran diarios o nos proporcionaran un placer similar: “hablo y soy escuchado”. Bien compartiendo o bien publicando, facilitamos el riego de todo tipo de noticias, con independencia de su rigor, credibilidad y calidad. Sin calibrar, sin contrastar, sin evaluar. Y con nuestra opinión de temas varios, ya regamos de subjetividad las redes. Y no es que este último ejercicio sea malo del todo, ya que da la oportunidad de alimentar la libertad de expresión, sino que fomenta la tendencia a no poner en cuestión lo que leemos y tragarnos todo lo que llega a nosotros. ¿El resultado? Mayor efectividad de la manipulación y mayor desinformación para nosotros. A veces es la sobresaturación de datos. Otras la inmediatez con la que hacemos el ejercicio de leer y lanzar, sin dar ocasión a meditar y digerir lo recibido, pero el caso es que sobrevuela una ingente cantidad de material que consigue todo lo contrario a lo que cabría esperar, dada la facilidad con la que es posible acceder a lo que sucede en el mundo. La posibilidad de leer en la red verdaderas barbaridades está a la orden del día: injurias, falsedades, tergiversaciones, insultos, bulos,… un trabajo de rellano a través de la pantalla, pero con efectos realmente peligrosos, puesto que provoca que las balanzas de la opinión ciudadana oscilen de un lado a otro en asuntos que son realmente relevantes y que suponen, en numerosas ocasiones, decidir nuestro futuro más inmediato.
EDUCACIÓN
El pilar más importante para alcanzar la cultura y la madurez, y sin embargo el constante maltratado por parte de los grupos de poder. Fijémonos del estado actual del sistema educativo español, y fijémonos de donde procede y de donde venimos. Si observamos con detenimiento qué se estudia en las aulas y cómo se estudia no es difícil llegar a la conclusión de que estudiamos lo que quieren que estudiemos. La manipulación en materia educativa es un gesto finísimo aquí, que pasa por elegir y descartar asignaturas, introducir otras nuevas, acotar contenidos y darle salida a determinados libros de texto. Tras una ley de educación, al menos aquí en España, siempre se esconden intereses políticos y económicos. De nuevo. Se apartan asignaturas relacionadas con un mecanismo de pensamiento concreto, para dar preminencia a otras más ajustadas con el funcionamiento de base del pensamiento que ostenta el poder. Se tiene en cuenta el negocio con las empresas editoriales, se publican incluso libros de texto sin ningún rigor histórico y plagados de herramientas de adoctrinamiento. Y en último lugar, el docente tiene el poder de dirigir o no a los alumnos, en función de su propia ideología o creencia.
Tal vez no sea la Educación el medio más rapido e inmediato para conseguir que la citada manipulación dé sus frutos, pero lo que sí es seguro es que consigue un trabajo eficiente a largo plazo, de largo recorrido y bien asentado. Lo que aprendimos en la escuela lo damos por bien adquirido, y si estudiamos con un libro y de la mano se un docente afín a una ideología, lo daremos por interiorizado en nuestro disco duro. Constantemente escucho y leo opiniones que no me cuesta identificar como mantras procedentes de dichas enseñanzas. Hechos inexactos, bulos, noticias falsas, datos manipulados,… y todos ellos regados con extrema facilidad, ahora ya, a través de las antes mencionadas redes sociales. Desinformación por toneladas.
Lo escrito se lee, eso es cierto; pero no todo lo que aparece en la prensa, salta como notificación en una red social o escuchamos en el Instituto es certero. Me llama poderosamente la atención que si bien la cultura de la información se hallaba ante un precioso campo abonado para ser extendida, la hermana mala le ha ganado la batalla para sembrar confusión al respecto. La última palabra en ello la tenemos nosotros, los usuarios, tanto para no permitir que se juegue con nosotros, como para ejercer la responsabilidad social de difundir solo aquello de lo que estamos o creemos estar seguros. Todo lo bueno tiene su cara be y el estallido en materia de comunicación no iba a ser una excepción.
Epílogo
Si después de leer estas líneas, usted ha formado una opinión cercana a la aquí expongo, no la tome sin analizar. Ni siquiera porque le haya gustado el tono empleado. Sea crítico con ella. Deje que pose, valórela con lo que usted ya sabe, haga balance y forme su propia opinión. Por lo que a mí respecta prefiero siempre un lector informado que un lector simplemente adepto.
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