PEQUEÑOS ESBOZOS (XXXI): Desierto y oasis

By María García Baranda - mayo 28, 2017

     
       El desierto y oasis que Whitman decía que es la vida me los imagino como periodos de pasividad y de extrema actividad, respectivamente. Siempre fui una mujer de extremos por lo que a mí respecta. No para el resto. Para el resto no. Para el resto contemplo los términos medios, el ni tan bueno ni tan malo, el a medio camino y el a media voz. Pero para mí misma aplico el principio de oscilación entre las cotas máximas de las cosas y los niveles situados allá en el inframundo. Soy capaz de pasar setenta y dos horas sin dormir por dedicarme de pleno a algo que me gusta. Levantarme sin luz y acostarme de madrugada. Pensar día y noche hasta hallar avances y soluciones, hasta dotar de forma lo que tan solo fue un esbozo en mi cabeza. Ese es mi oasis. Pero también sé evadirme del mundo y levantar ni un dedo por lo pendiente. Dejarlo en un rincón, torturarme con ello por un rato, pero no remediarlo. Y dejarlo de hacer. Porque no me apetece, porque no es el momento, porque estoy a otra cosa, en general a mí misma y a mi interior más escondido. Ese es mi desierto. Lo mismo en el amor. Lo mismo y a la inversa. Ya lo ves. Puedo quererte mucho, hasta volverme sangre. Entregártelo todo, comprender, suspirar día y noche, y vivir para ti. Puedo esperar con ganas y caminar sin ellas, puedo esperarte a ti. Y mirar a lo que haces, y olvidarme de mí, y entregarte mis manos, y hasta cerrar los ojos. Tu oasis, mi desierto, claro está. Pero habrá algún momento en el que busque agua, de esa que te pedí y te bebiste a solas. Y si llega ese instante, prepárate,  porque a partir de entonces tú me darás igual. Dejarás de importarme, de preguntarme ya que será de tu vida. Me hastiaré cada vez que me venga a la mente una de tus milongas. De tus líos absurdos. Te tomaré por necio o caprichoso. Y no me dará pena nada de lo que pase. Ninguna pena. Se habrá cerrado el círculo completo. Te habrás caído a plomo de donde te instalé y tú te reforzaste. Y empezaré a observarte con todos tus defectos y muy pocas virtudes, eso te lo prometo. Pasaré de la lista de todas tus virtudes a sentir el asqueo por todas tus torpezas. Y a partir de ese día, ya no disculparé. Me cobraré uno a uno el despropósito, la falta de decoro, la insensibilidad y el egoísmo. Y sin sentir lástima. Pasarás a ser nada, a lo gris, a lo oscuro. Y lo mejor de todo es… que a mí me dará igual, pero profundamente. Profundamente igual aquí en mi oasis de paz donde no alcanzan las vidas de desierto ni las almas ajadas que beben de los restos de los demás, sin agua. 
       Esa misma soy yo, una mujer de extremos. Y sin dar marcha atrás. Sin ceder un centímetro de piel ni de mi propio espacio. Sin compasión alguna, sin un solo desgaste por aquello que torna muy pequeño a  mi lado. Muy pequeño y muy falto de respeto. Respeto por mi parte, eso está claro. 











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