EL ESPEJO NUNCA TE MIENTE Y LA SOMBRA NUNCA TE ABANDONA

By María García Baranda - febrero 26, 2017

      “En la vida es importante tener un amigo que sea, a la vez, espejo y sombra. El espejo nunca miente y la sombra nunca se aleja”.  Me cautiva esta expresión. Condensa aquello que califico como auténtica, pura y única amistad. Todo lo que no respete dicho precepto dista, a mi modo de ver, de llamarse amigo, tanto como el punto en el que físicamente hoy me hallo y el de mis antípodas. Decir las verdades; no enmendar la plana; ponerte en su piel; tratar de no herir; adaptarte a su modo de ser, y de masticar y digerir las cosas; ofrecer a mano abierta tu visión de esa persona; nada de celos o envidias; y estar ahí, que dependiendo de la ocasión podrá ser en cuerpo, en pensamiento y/o alma. Eso es un amigo.

    Metafóricamente hablando me tomó de los hombros y me arrastró hasta colocarme frente a un espejo. Me sacudió y me dijo: “Mírate. ¿Acaso no te ves?, ¿no te ves por fuera?, ¿y por dentro?”. Solo pude quedarme callada, escuchando muy detenidamente y dejando que sus palabras entrasen en mi cabeza provocando eco. “No te ves cómo te vemos nosotros y eso ha de cambiar”, añadió. No creo que esas palabras se me olviden jamás. Ni el como me las dijo. Ni el cuándo. Ni el porqué. Mi amiga, profunda amiga, ejerció de espejo y al tiempo de sombra. Sin dobleces, sin palabras medidas. Directamente al asunto. Me acordé también de otras palabras similares, de otra gran amiga que se empeña igualmente en hacerme aterrizar en ese y otros asuntos. Me vigila de cerca y no deja que me deslice ni un milímetro. De nuevo, espejo y sombra.
    Naturalmente que estoy agradecida y me siento nutrida por tenerlas. Ellas lo saben, pero se lo repito. Porque esas cosas hay que repetirlas. Las veces que haga falta, además. Abundan poco y hay mucho sucedáneo suspendido en el aire. Y es que ¡qué esencial resulta la presencia de un amigo, de los de raza, para conducirte ante determinados asuntos! Cada edad genera dicha necesidad, en cada etapa resulta importante, pero existen algunas en concreto y algunas experiencias determinadas en las que el tener a tu lado un buen amigo o no tenerlo puede marcarte la diferencia entre el éxito y el fracaso ante alguna empresa vital. No exagero. Lo he visto y lo veo. Y me pongo de ejemplo a mí misma, porque si no contase con el cariño, el apoyo y el tipo de discurso y diálogo que ellas me brindan, no estaría donde estoy. Ni sentiría ahora mismo como siento. Ni me vería considerando ciertos asuntos como lo hago. Pero he decir que no basta con que estén ahí, no. Han de estar hechas de una pasta muy concreta y poseer unos rasgos muy determinados. La mente abierta es esencial. El ayudarte a quitar hierro a las cosas. El frenarte cuando te lanzas. El darte dos tortas cuando te pasas, eres injusta o te boicoteas. Y a poder ser que se encuentren en la otra punta de esos que dan tanta importancia al qué dirán y son epítomes del conservadurismo más recalcitrante, ese que ahoga sentimientos y los vende por una buena -supuestamente- imagen. Si yo no hubiera podido abrirme como lo he hecho y como lo hago respecto a ciertos asuntos, si no me hubiesen abierto los ojos tantas veces, si no hubiese puesto en la mesa de operaciones mis impresiones -tantas veces equívocas o desvirtuadas-, y mis inseguridades, si no hubiese podido desahogarme, no estaría en el punto en el que estoy en esta etapa de mi vida. Y he de matizar que no consiste tan solo en tomarse un café y soltar por esta boca todo lo que me pasa, para llegar a casa luego con dos kilos menos y la sensación de que mi amiga sabe todo de mí. No es eso. Tampoco se trata de que asienta con la cabeza, me diga a todo amén, que me apoya y que tengo razón. No lo es. Se trata de ser capaz de diseccionar punto por punto el asunto y ayudarte a ponerte en otros cuerpos y en otras mentes, a empatizar cuando estás tan implicada en el asunto que tus propios sentimientos no te lo permiten, a valorar cada hecho minuciosamente, a empujarte a que te agarres a ser feliz, pase lo que pase. De eso se trata. De mostrarte que la vida hoy, a los cuarenta, no es como la concebiste a los veinte o a los treinta, y que no pasa nada por ello. Que la idea del fracaso hay que desterrarla. Que la gente vive, piensa y siente como puede y quiere. Que tú misma piensas y sientes de forma diferente, y que has de abrir tu mente a entenderlo, aunque parezca que no reconoces nada de ello, ni te suene comparado con todo lo que ya experimentaste. Que hay más formas de enfrentar las cosas y de vivirlas, que las que una ve cuando está bloqueada u obtusa. Que lo que puedo a veces considerar como intolerable puede no serlo tanto, pero que quererme a mí misma, y mucho, es obligado. De ahí que me sienta tan afortunada y que al tiempo detecte quienes necesitarían una amistad así a su lado para ayudarles a avanzar consigo mismos. Alguien en su misma onda de profundidad mental y emocional, no menor ni más superficial, no. Sé que sería fundamental, la puerta a momentos mucho más felices y de calidad. Sé que si tuvieran ese espejo y esa sombra, ambos en uno, vivirían muchos acontecimientos de manera muy distinta.

    Espejo y sombra. Sombra y espejo. Gracias. Por quererme feliz. Por estar a mi lado incondicionalmente. Por entender mis debilidades, mi mente, mi corazón y mi loco amor. Por sacarme la sonrisa...




¡Va por vosotras!





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1 comentarios

  1. Genial y cuanta verdad en todo lo que dices. Que dificil es encontrar Y tienes razón María, hay mucho sucedáneo que se hacen llama "amiga".
    Un abrazo!

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