Quisiera.
Quisiera y quiero.
Yo no quiero fama. No quiero dinero. No quiero aplausos ni elogios por kilos.
Gustan, sí. Pero no es eso lo que quiero.
Quiero ser más que letras que tú leas. Quiero que solo tú veas sus moldes en movimiento, las raíces en las que se engarzan, las pausas en las que respiro de puro sentimiento, y la tinta que emana desde mi propio cuerpo.
Quiero ser más que una palabra dicha con mi voz de noche. Y que retumbe el eco en tus oídos cuando no estoy. Cuando yo ya no esté. Si algún día no estoy. Un vocablo con un significado que se entienda en veces, en parcelas, en fases. Que hoy te inspire una idea, pero mañana se dé vuelta, se gire con una ventolada. Y con ello comprendas ese matiz distinto que quería expresarte. Y me entiendas el alma.
Quiero ser esos ojos que miran con ternura, pero que callan más de lo que dicen, aun por mucho que hablen. Que quieras escrutar, averiguar, sacar provecho de ellos. Pero que sigan cambiando la mirada con el pasar del tiempo. Que se hagan entender envueltos en misterio.
Quiero ser ese mensaje que te llega a deshora, a destiempo, a desgana. Pero que no incomode. Que te cambie las tornas y que no sustituya ningún otro motivo ni otros ratos.
Quiero ser todo eso que ya soy, aun sin serlo. Lo que yo nunca fui. Lo que jamás seré. Y sin embargo existe. Eso que está presente, omnipresente. Sin saber desde cuando, ni hasta cuando. Sin poder prescindir, sin querer evitarlo. Eso que tiene un valor no medible.
Quiero ser eso que tú nunca pediste. Lo que desconociste que existía, que se dibuja atípico y extraño, curioso y poco dado. Pero que es. Que soy. Esa deuda pagada que nos debe el destino y que a veces,… simplemente aparece y no se apaga nunca.
Quiero ser unas gracias a la vida. Una chispa de cómplice existencia. Un motivo de orgullo. Eso que no se escribe, ni describe, y tan solo se dice en voz muy baja y en privado.
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