No es verdad que nunca tenga miedo, ¡eso no es cierto! Hay una considerable dosis de miedo habitando en mi interior, lo que ocurre es que no siempre se nota. Más bien diría que es extraña la ocasión en que se me aprecie en mis ojillos o en mi voz temblorosa. Y para eso hay que estar cerca, muy cerca. Pero no cerca físicamente, no. Cerca de corazón, de querer verme interiormente. De querer apreciar qué me pasa a mí por dentro y no solo qué es lo que yo irradio u ofrezco. Así que no. Salvo esos casos, normalmente aparento ausencia de miedo y una gran fortaleza. Lo sé. Disimulo bien. He aprendido a ser una magnífica actriz. Siempre regia, siempre segura de mí misma, siempre firme y siempre sonriente. Dura cuando toca y tierna cuando es momento. Amorosa, conversadora y desprendida. Empática y generosa. Comprensiva y dialogante. Y sí, hay de eso. Mucho además. Pero frágil como un pétalo. Así que métetelo en la cabeza. Que el mundo no se termina en tu horizonte. El miedo se encuentra frente a mí. Cada día. A cada momento.
Me aterra dormirme llorando, levantarme por la mañana y ver mis ojos hinchados en el espejo. Me espanta esa imagen.
Me aterra que me dejen sola y que no me entiendan. Quedarme con la palabra en la boca y que no me escuchen. No poder explicarme ni ofrecer mis razones.
Me aterra resultar invisible, que no se me vea por dentro o por fuera. Que dé una silueta incompleta de mí, insuficiente o inservible.
Me aterra dejarme querer. Sí. Dejarme querer, no querer yo. Me aterra por si me destroza. Por si no es bastante. Por si es gaseosa. Por si se marchan. Por si me olvidan al menor gesto. Pero sobre todo, porque en el fondo no me lo creo demasiado.
Me aterra no ser la mujer de sus sueños, que me falte un rasgo. No ser suficientemente bella, ni suficientemente convincente, ni suficientemente “te vuelvo loco y no quieres vivir sin mí”.
Me aterra que cualquiera, en un instante, se me lleve por delante. O que no me aprecien o valoren como toca por justicia.
Y especialmente me aterra sentirme aterrada por todo ello, porque eso denota una cuenta pendiente y patente para solucionar con cierta urgencia por mi parte.
Así que no me digas que no tengo miedo, ni que puedo con todo. Porque no tienes ni la menor idea de lo que para mí significa vivir conmigo misma, queriéndome como me quiero. Que también lo hago.
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