SERIE: ♀ Fémina
Creo que vendo sueños, pero preferiría vender historias reales. Bueno, una historia, la mía. De pie y erguida sobre mis dos piernas, mientras una golpea de insistente impaciencia contra el suelo. O mirando a la nada con este par de ojos según el humor con el que me haya levantado esa mañana. Y en cambio vendo sueños, porque no hay mejor ciego que el que no quiere ver y si lo hay, es uno que se pone la venda de las cosas bonitas. Y en ese sueño el ideal existe. Ya lo creo que existe. Para aplacar la sed. Y derrotar al hambre. Para ponerle fin, aunque sea un momento, a la miseria propia. Ideal. De la muerte. Te lo juro que sí. Es puro y limpio, risueño y bienintencionado, más hermoso por dentro que por fuera, y por fuera reluce. Educado. Ilustrado. Todo un amor de sueño. Que yo ya no me creo, la verdad. Nunca le hice gran caso realmente. Pero vive del aire, porque nadie se acuerda de darle de comer cuando despierta. ¡Como se sienten llenos, se les olvida el mundo! Y todo vale ya cuando regresa el hambre. Y le piden y piden, casi sin inmutarse, a aquella muñequita de cuerda que regale otro baile. En forma de mirada. O de conversación que reconforte. En forma de una historia, bien contada, pero que sea sueño, eso sí. Otra canción. Manos entrelazadas y la mirada dulce. Que la que tengo en casa ya me aburrió con creces. Y la otra que se fue, esa era una petarda. Báilame, muñequita, pero no me intimides, que quiero mandar yo. Pero la muñequita está hasta el gorro de bailar porque sí y escuchar a demanda que genere más sueños. Y es que sonreír cuesta un huevo de pato, cuando lo que te dicen dejó de hacerte puñetera gracia hace ya un par de siglos. Qué estrés, siempre el mismo guión dentro de cada casa. Dentro de cada caso. Funcionando en un bucle de giro inagotable. No desgastes las pilas, mueve bien la cabeza, dime “mamá y papá”, dime “me vuelves loca”. No te enfades por nada y no frunzas el ceño. Confórmate, ¡por Dios!, que no es propio de ti. Y dame material, baby, que estás muy sexy. Ese el sueño, sí. Quiero una chica culta, aunque perdí el canuto con que hacía las oes. Y preciosa, ¿me has visto?, que todavía tengo un poquito de pelo. Que suba a la montaña, pero sin un rasguño. Que no le salga un grano, ni que le engorde el culo.
Creo que vendo sueños, o eso me han dicho. Cómo es la gente, ¿no?. Que cree en los sueños cuando todo va bien. ¡Tiene que ser y es! Y lo compran sin más. Y por si acaso. Pero no tengo tienda, ¡qué curioso! Ni nunca la he tenido, por más que se empeñara el público en creer que miraba hacia el escaparate. ¡Que el género es real, de carne y hueso!, ¿sabe señora? Y tiene la misma cantidad de buen hacer y de paciencia, como de mala leche. Que ya ha hecho las maletas para marcharse sola, la muñeca de cuerda, donde no encuentre a nadie que le toque las palmas.
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