"En las grandes crisis, el corazón se curte o se rompe”. No lo digo yo, lo decía Balzac. Y no creo que haya quien niegue esa verdad máxima. Salvo por,… por una palabra. Yo cambiaría una sola palabra: la conjunción “o”. Y en su lugar pondría una “y” como una catedral de grande. Estoy convencida de que cuando nos llevamos un zarpazo no hay quien se libre de ambas acciones. No son en absoluto excluyentes. Sin una no hay otra. No habrá quien quede con el corazón roto sin que posteriormente se curta, ni será tampoco posible que haga callo sin que haya antes una rotura que cicatrizar. Eso es una obviedad. Nos rompemos el corazón continuamente unos a otros, aunque nos queramos con locura. Somos así de imbéciles, o tenemos el riego sanguíneo selectivo, que si fluye a borbotones al corazón pasa con dificultad al cerebro. Pero nos herimos por múltiples razones. Y mientras, el corazón cruje, cruje y cruje. A continuación se curte, se recompone, pero he de lanzar desde aquí una advertencia, y es que curtirse es curarse, habituarse, y no conlleva que se vuelva frío y duro como una roca. Tan solo aprende a no tener la piel tan fina, a no ser tan susceptible cuando no es para tanto, a no devolver el golpe cuando no se debe. El corazón es material orgánico y por tanto se regenera si se alimenta bien, si se le da de beber, si se le expone a los rayos de luz necesarios. Pero hasta llegar a ello hay que recorrer un camino que a todos cuesta un mundo. Saber discernir lo importante de lo insignificante, el simple daño espontáneo del egoísmo hiriente, la propia neurosis de lo reprochable al otro. No es fácil. No lo es en absoluto manterner la cabeza fría entre tantos litros de sangre en ebullición.
El corazón se rompe y se curte, sí. El mío se ha hecho añicos unas cuantas veces, pero eso solo ocurre cuando se ama de veras y sobre la cama tan solo se colocan pedazos de sentimientos. Y del mismo modo ha herido con torpeza, ha lastimado a quien ama. El camino a curtirse, a educarse en amor, aún está por recorrer. Yo quisiera saberme la lección, pero no me la sé. No sé aprender yo sola y el autodidactismo en estos asuntos solo abarca un espacio, el resto necesita del otro. Para poder curtirse, para fortalecerse. Para no crujir más. Siempre supe que lo único que cura verdaderamente un corazón roto es el mismo amor.
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