Cuando
la sangre habla,
te
despojas de orgullos contenidos, de pasados marchitos,
de
deslucidas sombras.
Reconoces
entonces el sonido de los pálpitos rítmicos,
las
señales grabadas en el alma por el profundo abrazo.
Cuando
la sangre habla,
te
diriges hacia la incertidumbre, desesperada espera.
Pero
persistes.
Confías
en aquello que un día recibiste
y,
sin escudo inútil, entregaste a la causa.
Cuando
la sangre habla,
es
que brota en torrente de un corazón henchido
y
a punto de estallar,
porque
sabes que es único.
Otra
vez desnuda frente al mar,
pero
esta vez sin velos de orgullosos temores.
Lo
especial lo hace eterno.
Otra
vez con los ojos cerrados,
quiero
cambiar los límites del tiempo,
el
espacio vacío, las pulsiones ahogadas.
Cuando
la sangre habla,
sé
que es porque estoy viva,
porque
existo en lo etéreo,
aunque
nadie pregunte
si
se me agota el aire que respiro.
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