No sé por qué lo hago. Se me pasó por la mente, pero le volví la cara. ¿La razón? Que las cosas cambian demasiado, que las personas son volubles y se disparatan. Que es tanto lo que he puesto que me ha quedado un hueco. Y que no hay marcha atrás. Que no puedo y no debo. Que no hay otra manera.
Hoy hace un año publiqué algo que fue tomado como un maravilloso regalo por parte de la persona que lo inspiraba. Tan solo expresaba mi sentir, pero le conmovió. O más bien, fui yo quien le movió por dentro, quien le enseñó cosas antes desconocidas, quien le provocó nuevas sensaciones, le creó ilusiones, y le hizo sentir lo nunca antes sentido de ese modo. Así lo vivió y así lo compartió conmigo. Y yo tan solo comenzaba a incluirlo en mis letras, mitad pudor, mitad mis pies de plomo. Pero siempre poniendo sobre el papel lo que siento por dentro.
Hoy, un año después, se me clava ese recuerdo y me provoca un gesto para no dejar ver. Dolor, rabia, incomprensión. Y no vale aquí un ya se te pasará. Sí, ya, naturalmente. Yo eso lo sé mejor que nadie. Todo se pasa. Pero hay algo esta vez que es muy distinto. Lo sé desde el principio. Distinto en sus inicios, en el proceso, hoy. Y mañana será igualmente distinto. Yo me entiendo y el porqué es muy, muy triste.
Aún así, aquí está... Por el año que fue. Y por lo feliz, felicísima, inmensamente feliz que me sentía entonces.
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