Es curioso cómo sabiendo que el entendimiento humano es material de alto voltaje, objetivo de dificilísimo logro, yo sigo desgastándome y recargando mi batería cada día a ese respecto. Me llama mucho la atención la tendencia generalizada a abrirme, supuestamente, los ojos en ese tema. Y lo hace porque suele sorprenderme que el resto crea que no sé, al igual que ellos, que el ser humano tiende al desencuentro, a la confrontación, a la falta de escucha y a dar el brazo a torcer. Naturalmente que lo sé. Naturalmente que lo he experimentado y lo experimento. Que lo padezco, sufro, encajo y peleo. Como todos. Ni más ni menos que nadie. Y a veces muy de cerca. Profesión obliga. Me doy perfecta cuenta de que es connatural al hombre intentar imponer su postura, creerse en posesión de la verdad, lanzarse en plancha a la crítica y desesperarse porque el mundo conduce por el carril incorrecto. Escucharse y ser escuchado. Inflar su ego. Saberse sabio. Así que suspiro hondo cuando al hablar con alguien se empeña en darme la bienvenida a este mundo de debate constante. Suelo quedarme mirando con cara de preguntar de qué guindo creen que me he pegado el batacazo o de qué cueva creen que he salido. Sé tan bien cómo funciona ese tiovivo que se sorprenderían. El leitmotiv de mi gusto por análisis del comportamiento humano va por esos derroteros. Cada día. A cada paso. En todo ámbito y contexto. Por lo tanto sí, me quedo pensando qué diantres piensa quien está frente a mí agitando la cabeza de izquierda a derecha y diciéndose que estoy ciega al respecto. Y automáticamente analizo cuál es ese gesto que les hace pensar en mi ingenuidad. Qué es lo que les posiciona en el rol de pigmalión social frente a alguien que en absoluto resulta ajena a las relaciones y comportamientos psicosociales, grupales e individuales. ¿Por qué? Creo saberlo, y la razón no es otra que el que yo siga mostrando empeño en algo que se considera generalmente una batalla perdida. En efecto, sigo siendo una idealista, una no vencida en la esperanza de que con esfuerzo y mucho, mucho trabajo de fondo, algo se avanza. Solo hay que insistir. Echarle horas. Y saberle dar sus tiempos a la gente. Quizá no se alcance con ello la meta deseada, pero con haber llegado hasta medio camino, ya tenemos algo para empezar. A veces funciona, y mi lista mental de los casos fructíferos me lo han ido demostrando al cabo de los años. Si no, no estaría aquí. Si no, no habría ido superando determinadas experiencias vitales. Si no, no pensaría como pienso. Si no, no sería yo. Pero esa solo es mi postura.
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