60 SEGUNDOS

By María García Baranda - octubre 30, 2013

Naturalmente que asusta un tanto iniciar relaciones a una edad adulta. Uno trae ya consigo bajo el brazo un álbum completito de rarezas y otras hierbas, además de experiencias que quemaron y no quisiéramos repetir. Se dice que es el miedo a hacer sufrir y a que nos hagan daño de nuevo…, pero mucho antes de llegar a eso lo que de verdad tenemos es un profundísimo vértigo ante la posibilidad de hacer una elección incorrecta. O más bien ante el temor de que sea el otro el que se dé cuenta de que erró en sus movimientos. Hasta ahí, una reacción absolutamente humana, pero actuemos con mesura.
Al llegar a la madurez, aunque comprensiblemente nos falle puntualmente tal seguridad, creemos saber con certeza lo que buscamos, lo que queremos. E indiscutiblemente identificamos lo que no queremos de ninguna de las maneras en nuestra vida… ¡Por encima de mi cadáver! Así que, a partir de ese momento, comienza un minucioso análisis bajo el microscopio de todo aquel que se nos acerca. Rictus verdoso, ceño fruncido y todos a examen. De pronto, nuestros ojos son capaces de observar rasgos inexistentes, nuestros oídos se agudizan hasta el límite de escuchar un suspiro y nuestra mente… ¡ay nuestra mente!... sentencia hegemónica a partir de vanas conclusiones procedentes de una expresión descontextualizada. Te topas con alguien y de pronto se te pone cuerpo de concursante de televisión. Sí, sí, sesenta segundos para hacer una ficha completa del que está enfrente. Cuenta atrás, juicio, prejuicio e informe riguroso basado en un listado de todo aquello con lo que no te identificas del contrincante.
Lo peligroso es que esto se convierte casi en algo patológicamente obsesivo por lo que perdemos, lamentablemente, la naturalidad que supone abrirse al conocimiento ajeno. Tan esforzada búsqueda de discrepancias nos nubla el entendimiento por el cual veríamos los muchos rasgos que compartimos con el otro. Llamemos a cada cosa por su nombre, señores, eso es miedo, pero del grande. Miedo y cobardía. Refranes no nos faltan para darnos una colleja a tiempo: “el que no se moja no coge peces”,” el que no se remanga no pasa el río”, “el que no arriesga un huevo no saca un pollo” …

Por lo tanto, consejo: si ves muestras de que quien tienes enfrente te es afín, te provoca curiosidad, saca partes positivas de ti y su compañía te hace sentir una profunda paz, ¡lánzate! El mundo no se hizo para verlo desde un escaparate. Siempre he pensado que lo que está por venir es mejor que lo que va quedando atrás, así que sigue las señales, recorre el camino de baldosas amarillas y no mires atrás. Allí delante te esperan.



  MÚSICA: Wonderful tonight (solo guitar), Eric Clapton.




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