Hoy me han preguntado qué me hace escribir a mí, es decir, qué me inspira, qué me provoca correr al papel o quedarme hasta las tantas sin poder parar hasta acabarlo. Al oír la pregunta suspiré, tomé un sorbo de café y sonreí. "¡Qué pregunta!", le dije.
Yo tan solo puedo ofrecer mi caso particular al efecto, porque cada ser es un mundo en sí mismo y cada uno tendrá sus modos. Así que, amigo mío, te contesto con mi caso particular y con una opinión que tengo forjada desde hace mucho tiempo. Cada escritor tiene unos gramos de ego muy bien medidos, porque necesita imperiosamente hablar de sí mismo. Echarlo todo fuera. Lo que piensa, lo que ve, lo que siente, lo que reflexiona,... Y podrá pasar el tiempo, y cambiar sus pensamientos, sus sentimientos, su entorno,... y seguirá escribiendo, pero sobre sí mismo. Lo que le rodea, las personas que están por ahí en medio, lo que protagoniza sus letras variarán, cambiarán de aspecto, de nombre, de cara, de ideología,... Pero seguirá escribiendo. Porque eso de las musas y de las fuentes de inspiración están dentro de quién escribe y no fuera. Así que más que contestarte con algo externo, para ser sincera he de decir que lo que me inspira a mí es mi propio interior. Soy narradora interna, yo lírico y protagonista. Todo a un tiempo. No escribo de los demás, ni de lo lejano. Escribo sobre mí y sobre lo que está vivo en mi interior, aun cuando va dedicado. Cuando esto muere, continúo escribiendo, pero no ya sobre lo que no respira. Así que, querido amigo, si te bloqueas no culpes a las musas. Esas no existen. La única musa eres tú y lo que sientes ante la vida. Que no cesa. Que no para su marcha. Y que siempre va a darte material de guerra. El resto va y viene.
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