Déjame ser sencilla. Déjame ser
origen y germen de mí misma. Otra vez. Que lo olvidé. Déjame ser aquello que
sugieres, aquello a que me empujas y a lo que tengo miedo.
Déjame volver a lo que era, a lo que
quise dar, a lo que tanto esfuerzo me costó validar y que hoy me escuece el
alma.
Déjame despojarme de recelos, del
llanto, del silencio. De lo que no me atrevo a pronunciar por terror, por
ceguera, por haberme perdido en detalles superfluos.
Déjame volver a decirte en voz bien
alta quién soy y qué pretendo, qué busco y qué defiendo, qué tacho y qué
desprecio. Y piérdete conmigo en mil conversaciones, que no existan recodos de aquello dialogable. Ni verdades a medias.
Déjame hacerlo. O más bien, ayúdame
a lograrlo. Que a veces se me olvida que lo mejor de mí consiste en confiar que
la vida es muy simple. Que no hay peligro alguno. Que no me acecha el daño. Que
puedo estar a salvo.
Y que al igual que tú son las mismas
escamas, las mismas cicatrices y las desconfianzas. El hacerse pequeño. El
pensar que suceda lo que nunca pensaste y que siempre temiste. El no saber el
cómo. El no garantizar que no llevas contigo una pesada carga y que nunca
podrás liberarte de ella. El permanecer muerto de espíritu inocente, sentir a
medio gas o no querer decir un sí tal vez a medias. Son las mismas escamas, te
digo. En otra piel tal vez, otro color y brillo, pero no tan distintas.
Ayúdame a vivir, a respirar el aire
sin pensar, a estar tranquila. No pido nada más. Solo una voz enérgica que me
haga sentir bien, que soy de disfrutar de las cosas pequeñas. Que ya no tengo
prisa. Que respeto sucesos, caídas y desgarros, porque también conozco del
insomnio y desvelo que provoca el dolor.
Que respeto silencios, los tiempos, los espacios. Que sé que todo es
como ha de ser en cada instante justo. Ni más grande. Ni menos. Sin apellidos
vacuos. Que simplemente es. Pero ayúdame pues a sentirme segura, protegida,
cuidada. Ubicada en un sitio, pisando en una piedra del firme del camino. Porque
lo necesito. De veras, muy de veras. Que tan solo con eso puedo seguir la
marcha, que sirve de alimento y aplacará mi sed. Que es muy duro el trayecto y quiero resistirlo. Que quiero sonreírte y no
dejar de ser humana e imperfecta, pero clara de ideas, aquellas que me hacen
reafirmarme en quién soy.
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