Tarde. Noche. Luna. Amaneciendo. Y pleno sol.
Aire. Risa y brisa. Y mar. Y las alturas por tocar.
Confidencia y coincidencia.
Conversaciones varias y ricas, riquísimas.
Pensamientos intercambiados y sentimientos compartidos.
Ganas intensas.
Ir y venir. Y también quietud.
Mirar, acariciar y besar. Mucho. Más.
Cada momento, cada pequeño detalle. Y vivirse. Afortunadamente.
Porque cualquier hora resulta idónea.
Porque se me escapa el calendario. Y el reloj.
Porque respiro fuera y dentro,
y me siento segura. ¡No me sueltes!
Cuéntame esa historia, que quiero saberte de pies a cabeza.
Y escucha la mía.
Llévame la contraria que te asiento con gestos.
Déjame que debata y te convenza a ratos.
Que yo siento lo mismo.
Que se me llena el pecho de tu aire.
Qué más dará ese dónde, cuándo, cómo,
si es contigo.
Y más y todo. Y todo y más.
Cada caricia cabe. Cabe y cuenta.
Y bailamos a un tiempo.
Afortunadamente.
Y las alturas por tocar.
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