Yo no quiero...
que estemos juntos para siempre,
a pesar de los momentos grises
y sorteando los vientos y las lluvias recias.
Yo no quiero...
aprender a vivir con los defectos,
ni tolerarte un gesto inapropiado
porque el platillo de esta balanza nuestra caiga del lado del cariño profundo.
Yo no quiero...
superar, elevarme, combatir ni vencer
la rutina ni el tiempo,
el desgaste ni el tedio,
a base de querernos con locura.
Yo no quiero...
que me perdones los desmanes,
ni comprenderte las manías bobas,
con ojos de ternura.
Nunca.
Quiero que el viento y las tormentas
se extingan por sí solos.
Que el oxígeno asfixie las rarezas
antes de que estas nazcan.
Y que no haya costumbre cotidiana,
ni desaires,
ni fronteras cruzadas como guerras ganadas.
Quiero saber amarte por encima de todo
lo que pone en los libros,
lo predeterminado
y lo esperable por la ley de la vida.
Quiero esa inteligencia
que solo nuestra edad, el saber aprendido
y las lecciones agrias
otorgan al amor bien entendido.
Quiero estar por encima
de esas gestas románticas de otros siglos.
Y mantenerme al margen
de esas gestas románticas de otros siglos.
Y mantenerme al margen
de lo que otros tildaron
de triunfo y madurez.
Y que tu hagas lo mismo.
Y que sientas lo mismo.
Siempre.