Siempre es posible ir a más, un poquito más allá, solo unos centímetros tal vez. Ahí. La vida es puro movimiento, imparable y constante. Saltaremos en marcha para apearnos de esa historia, o nos incorporaremos a ese viaje. Pero siempre girando. Y aun cuando parece que estamos estancados y pasivos, estáticos, que no hallamos camino, ni opciones, ni salida, que el motor no arranca incluso ahí estamos retomando posiciones para el siguiente movimiento. No creo que se llegue pues jamás a la meta, tampoco que se alcance el objetivo. Ni si lo hay. O tal vez es que yo prefiero poner mi energía en el trayecto para seguir en marcha, sabiendo que siempre se puede mejorar quienes somos, como también tropezar y caer al abismo mil veces más. Por tanto, procuro no olvidar que más allá de lo conocido existe pues un lugar que permanece incorruptible y preside regio el horizonte para sorprendernos y obligarnos a seguir trabajando, a no dormirnos en los laureles y a valorar el sueño. Un lugar que a punto de ser alcanzado con la punta de los dedos recoge velas y se traslada de coordenadas haciéndose imposible, inaccesible. Y ni falta que hace.
También con las personas existe el ir a más, un poco más allá, allá adelante. Con uno mismo acaso, que uno nunca termina de saber. Ni de entender. Ni de sorprenderse. Tampoco de sentirse pleno. O de decepcionarse. En efecto, siempre hay un paso más. Que es posible ser aún más feliz, también más desgraciado. Que siempre hay quien actúa y supera lo conocido, riza el rizo. Que aumenta las lecciones. O las expectativas. O lo intuido. Que siempre hay alguien un poco más malo, un poco más insano, un poco más estúpido o un poco más necio. Siempre habrá alguien que pueda portarse un poco peor de lo que esperábamos, capaz de girar medio grado más la tuerca del egoísmo, capaz de perjudicarnos en otra faceta no tocada y hacerte más faenas. Y de ese mismo modo siempre existirá alguien situado en un lugar de mayor grandeza, noble, bastante más brillante, con mucha más belleza y el triple de bondad. Alguien que nos deslumbre más por generoso, mucho más por blancura. Quien nos muestre lo que es amar de veras y que de cuando en cuando mude su piel con la tuya.
Y así es como se cumple la conocida máxima de que uno nunca termina de haberlo visto todo, que a todo hay quien gane, convencida estoy de eso. Que siempre viene alguien y te rehace el cuento.