Somos lo que nos transmitimos. Una voz quejicosa, una palabra dicha en un tono concreto y la que nos guardamos sin decir en la punta de los labios. Somos la mirada temerosa, el olor a los nervios y los pequeños golpes de las yemas de los dedos sobre la mesa. Somos el suspiro desahogado y el no poder dormir, la defensa y el ataque, la conversación y el silencio. El frío y el calor.
Somos fruto de nuestras circunstancias, de lo dicho aquel día y de quien no nos habla. Somos la noche en vela llorando amargamente y la carcajada inesperada por una tontería. Somos el amor vivido y el perdido. El no recuperado, el truncado, el consumado, el que va y viene, y que el perdurará. Somos quienes marcan para siempre nuestra vida.
Somos esa canción que escuchamos hasta caer rendidos, los libros que leemos, las películas que repetimos y la historia inventada como mentira piadosa. Somos lo narrado a los amigos. Y a los hijos. Y a los nietos. Lo que nos confesamos de puro amor y las palabras soeces lanzadas a la cara. Somos el paisaje que admiramos al paso cada día o en esa noche extraña.
Somos la vulnerabilidad provocada por todo lo anterior. Las palabras de miedo. El pensamiento oculto, el de por la mañana y el insomnio. Somos la sangre que aún supura entre nuestras heridas, las cicatrices mal curadas y abultadas, y el dolor en el pecho en cuanto nos pensamos. Somos las ganas no cubiertas, el abrazo no dado y los labios dormidos de tanto como hemos besado. Somos las mil conversaciones con mil caras distintas, con mil vidas, con mil cuerpos gastados.
Somos los hijos no paridos aunque muy deseados, y los acunados cada noche con un cuento de amor. Somos nuestra familia, el olor a bebé y a quien nos renueva. El sentirse más viejo y el quererlo sentir. Somos el temor de que falten los nuestros, de vivir sin sentido y perder la razón. Somos los sueños nunca intentados, la frustración de los fracasos y el pecho hinchado por lo que sí se dio. Somos la inquietud de echar un día la vista atrás y arrepentirnos de aquello que no hicimos o no pudimos dar.
Somos el cómo nos sentimos con todo lo anterior. Hoy, aquí y ahora. Con la mella que ha hecho y con la que dejará. Somos el escalón que subiremos, el siguiente peldaño, la siguiente estación, la vuelta a casa. El pasado cargado. El cambio de opinión. Y el deshacer el cambio.
No somos quienes nos han contado, ni quienes parecemos. Solo es una impresión perecedera. Ni tampoco es que somos quienes creemos ser. Eso dura un segundo. Somos una huella constantemente impresa, borrada y remarcada. Somos viento. Del Norte. A punto de estallar.