Medio
día para la hora bruja. Doce horas para el cambio de año. Hay un halo de
superstición en un día como hoy, una sensación irracional que nos empuja a
sentarnos cara a cara con el año que termina, a escrutarlo con detalle y a
plantearnos una retahíla de buenos propósitos y de deseos para el año que esta
media noche comienza. Y bien sabemos que no se trata de un salto cualitativo
hacia ninguna parte, sino de la continuación y del progreso de lo que pasito a
pasito vamos construyendo, pero ¡que tire la primera piedra el que esté libre
de hacerlo! Hay algo mágico en todo ello, en cerrar los ojos y observar a la
espalda para, con un gesto de hechicería, cruzar los dedos ante lo que está por
venir. Y lo confieso: algo en mí también me empuja a hacer balance de lo pasado
y a depositar mis anhelos en los días venideros de la etapa que esta noche
habrá de comenzar.
Mi
balance del año,…huracanado. No recuerdo ya un año pausado o lento, eso es
cierto. Esa sensación hace tiempo que se borró del todo y por lo que respecta a
este último he de decir que ha sido justamente lo opuesto. Doce meses dan para
mucho, sí, y en efecto estos doce últimos me han traído retos personales y
emocionales complejos e intensos. No ha habido camino de rosas, ni ausencia de
momentos realmente duros, pero justo hoy, 31 de diciembre, he de decir que
despido el año con una sensación muchísimo más positiva que en estos años
inmediatamente anteriores. ¿Y dónde se encuentra el punto distintivo? Pues sin
dudarlo un momento diré que en lo que me ha supuesto y me supone haberme
cruzado con alguien en concreto en mi vida. Con su nombre y sus apellidos, con
sus circunstancias vitales, con su mochila a cuestas, con sus rasgos y sus
peculiaridades. Algo está realmente claro. Esa persona no estaba presente antes
en mi vida y ahora lo está, y ha llegado para sumar en mí. Así que a ti dirijo
mi balance del año.
Tal
vez las cosas no sean hoy como desearíamos idílicamente. Tal vez habríamos de
aspirar a algún que otro componente que hoy no está presente. Tal vez. Pero
conocerte y compartirme contigo es sin duda la mejor de mis suertes y esa no la
cambio por nada ni por nadie. Porque cuando la vida te pone en el camino a
alguien tan especial como tú, es para engancharte y no soltarlo pase lo que
pase. Y es por eso que me agarro a permanecer en tu vida y a mantenerte en la
mía a pesar de las tempestades. Que no me pierdo en etiquetas ni en la
reivindicación de estados que quizás hoy no tengan sitio. Que no me dejo llevar
por la exigencia de una balanza con los platillos perfectamente equilibrados. Que
no me mancho de orgullo cuando lo que está en juego es perderte en la manera
que sea. Y es que lo que valoro de ti es mucho más grande que todo ello. Eres
mucho más de lo que vives, mucho más de lo que atraviesas, mucho más de lo que
se te pasa por la mente en el momento presente. Eres alguien que, a pesar de creer
lo contrario y de disculparse por ello eternamente, tiene y me aporta luz incluso en sus
sombras: luz en el alma. Y que despierta
mis sentidos y mis sentimientos como no recordaba. Solo con ser. Así que por todo ello, a ti
dirijo mi balance del año y te coloco en un lugar preponderante. Y te doy las
gracias desde lo más profundo de mi corazón.