Hace un momento me preguntaba, de nuevo, si es posible echar de menos lo que nunca ha sido tuyo. Es posible, ahora lo sé. Ese echar de menos es devastadoramente real y no tiene que ver con una cuestión de pertenencia o propiedad. Nadie ni nada nos pertenece. A nada ni a nadie pertenecemos. ¿O tal vez sí?... Ese echar de menos es, por tanto, directamente proporcional a la necesidad que tenemos de algo o alguien. Obviedad, pues "te necesito porque quiero tenerte" (y no a la inversa, como me dice siempre un buen amigo).
Así que, conclusión: si extraño enormemente a alguien, no tendrá ese sentimiento que ver con que haya sido "mío" alguna vez, sino con que mi corazón haya sido (intensamente) suyo en algún larguísimo momento.
Y no hay más que hablar.
Porque en mi corazón sólo mando yo y ya soy mayorcita
para saber lo que quiero.
Porque en mi corazón sólo mando yo y ya soy mayorcita
para saber lo que quiero.