¿PRIMERA LÍNEA DE COMBATE O RETAGUARDIA?
By María García Baranda - junio 11, 2017
¿Tú tratas de pasar desapercibido?, ¿eres de esas personas que se esfuerzan por no llamar la atención en exceso? Yo rotunda y directamente no. En absoluto. Y me niego. ¿Por qué habría de hacerlo, además? Es algo que nunca ha ido conmigo, pero que a medida que he ido cumpliendo años he afianzado, incluso. Cuando era niña y más tarde, de adolescente, de jovencilla, nunca sentí la necesidad de esconderme. He sentido vergüenza ante las cosas, naturalmente, pero esa emoción nunca me ha comido terreno hasta el punto de necesitar echarme un velo sobre el cuerpo que atenúe quién soy. Jamás me planteé tener que hacerlo, porque no observaba doblez tampoco en mostrar cómo era y quien era, defectos y virtudes. Siempre lo vi un camino natural. Creo que esa edad resulta determinante en la elección del camino que tomarás en futuro. No ha de ser definitivo ni absoluto, pero sí marca una tendencia repetida a colocarse en la primera línea de combate o en la retaguardia.
La cosa es que a esa edad no contemplé opción alguna, era tal cual, y de haber considerado la opción de bajarme el color mi forma de ser me lo habría puesto bastante difícil. Se me oye y se me ve fácilmente, creo. Independientemente de esto, al ir cumpliendo años me di cuenta que se presentaba de nuevo la posibilidad de tener que optar por ser alguien que no se deja ver, por dentro ni por fuera, o alguien que resulta transparente en gran cantidad de aspectos. He de decir que sé que no siempre es algo que se pueda manejar. Que hay quien sufre de un grado de timidez o de pavor a las críticas tales, que ve inviable exponerse en medida alguna. Y del mismo modo sé que hay quien necesita ser siempre el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. Aunque no tenga nada que enseñar, ni nada que aportar. Pero entendido esto y lejos de esos dos casos extremos, llega un momento en el que te enfrentas a ti mismo y te ves en la encrucijada de hacer las paces con quien eres. Justo ahí, en ese instante, te ves desnudo. Sabes sin margen de error de qué pie cojeas y cuáles son tus potenciales. Sabes que de retroceder dos o tres filas estarás guardando para ti y, si acaso, tu entorno más inmediato, tu personalidad y tu aporte al mundo. Y sabes que si decides dar un paso hacia delante y mostrarte sin pudor, te estarás capacitando para hacer una mayor cantidad de cosas que te nutran y que alimenten al resto, pero estarás colocándote en la primera línea de fuego. Expuesto a críticas y a juicios sin base.
Así que yo también tuve que plantearme si quería ser visible y poner voz a los espacios que ocupase, o si quería vivir tranquila y pensar de manera silenciosa. Y elegí la primera. O más exactamente, no maté mi elección natural, pues esa era yo. Decidí, -y creedme que me resulta un tanto duro-, no dejarme llevar por vergüenzas ni observadores ajenos y poco atinados y no callarme ni nublarme. Decidí estar donde yo creía que tenía algo que aportar y donde sabía que podría regalar algo a mi entorno. ¿Demasiado altruista para ser cierto? Piensen lo que quieran. El que escaseen determinados elementos en el mundo no significa que no existan. Yo sé lo que hay detrás y a mí me sobra. Conozco mis porqués, el porqué se me ve en un determinado momento y el porqué doy un paso a un lado en otros. Y sabiéndolo yo es suficiente. Esa fue la otra elección que hice, cuando decidí vivir de esta manera: libre y en la primera línea de combate.