¿Que quién soy hoy? Cosa sencilla. Alguien que se ha ido despegando de costumbres antiguas y ganando en libertad de acción. Que ha aprendido a no cortarse ni media, si la cuestión requiere que la empuje. Que dice lo que piensa mucho más. Que suele repetirse que merece la pena esto y lo otro, aunque le cueste un poco. Y que no deja que nadie se entrometa en su manera de alcanzar todo aquello que le hace feliz. Una mujer con unas enormes ganas de todo cuanto reporta vida. De sentir. De amar, amar mucho. De pensar,... profundamente. De probar esas cosas que antes nunca intentó. De decir, de contar, gritar, reír, hacer,… Quién soy hoy. Soy justamente yo. Que no quiero que llegue el día de mañana y arrepentirme de lo que quise ser y no fui. Pero no únicamente por mirar al futuro y tener la conciencia tranquila por no haberme desperdiciado a lo largo del tiempo. Se trata de que es hoy, y es aquí, y es ahora,… que deseo y persigo todo cuanto describo. Y construyo de a pocos, con las bases sujetas a mi auténtico yo. Sin dejarme llevar por la vergüenza, el pudor, los prejuicios. Un “no voy a poder” o “no sé hacerlo”. Y simplemente hacerlo...
Cada día, sin prisa. Quiero salir a cenar y saborear un plato delicioso, y chuparme los dedos. Y lamerme los labios. Y enfundarme en un vestido de infarto de los que cortan el aire a cada paso, calzarme mis tacones sin que me tiemble el pulso. Y caminar a un ritmo de caderas melódicas, ese que yo me sé, sin mirar a los lados. Quiero guiñarle un ojo al deseo y no reprimirme de hacer el amor ni un solo día. Mañana, tarde o noche. Y olvidarme de tareas pendientes de esas que se entrometen en lo que me alimenta. Quiero besar en plena calle, si me arden los sentimientos y aunque todos me miren. Y declarar mi amor sin miedo alguno. Siempre. Nunca. Quiero escribir de todo cuanto siento. Y pienso. Y rabio. Y sueño. Y me enajena. Y recuerdo. Y anhelo. Siempre que me lo pidan estos dedos inquietos, y jamás censurarme pensando en qué dirán. Sin tapujos y sin medias verdades, ni escondites absurdos. Sin medir reacciones. Quiero decir un “no” cuando no me apetece sin sentirme culpable. Y también entregarme en cuerpo y alma sin esperar un premio, respuesta o recompensa. Y no temer al día de mañana o a un daño venidero que muy posiblemente no haya de darse nunca. Tan solo darme yo, completa, honestamente. Quiero cantar en alto siempre que me apetezca, aunque no sepa canto. Y disparar mil fotos de mí misma para darme el gustazo. Y sentir vanidad de vez en cuando que equilibre mi sentido común con lo importante y le ponga color al corazón. Y refresque mi mente de tantos pensamientos. Quiero reírme a carcajadas allá donde me encuentre y tomarme dos copas, o tres, o tal vez cuatro, sin mirar el reloj o ser mínimamente consciente de cuanto me rodea. Quiero bailar y enredarme en tu cuerpo en el intento. Quiero pintar las calles con todas las palabras del mundo y que no haya tabús, y llamar a las cosas por su nombre. Al amor, al dolor, al sexo más salvaje, a los celos. O a la fragilidad, que es tan humana. Y a mi afán de regar y regalar esa paz interior que me he ganado y ruge en mi interior para ser compartida. Quiero ponerme frente a mi gente para que me hable claro y de cuanto le provoque. Que no se calle nada y que se deje ir. Y que me haga llegar sus pensamientos y guardarlos con cuita en mi regazo. Conmigo están a salvo, eso se lo prometo. Quiero olvidarme de lo que no hago bien, de que no soy perfecta o de si gusto, porque me gusto yo y tengo mil motivos. (O quizás sean dos mil). Quiero creerme hasta en lo más profundo que me aman y que no se me olvide. Y que soy especial para ese corazón, eterna, y poder confesar que eso me nutre el alma. Y…, y quiero seguir siendo. Eso quiero, eso hago y esa justo es quien soy.