Este escrito tiene algo más de dos años.
Hoy, releyendo, observo que sigue vigente
en mí su idea.
¿Tan
difícil es empezar de nuevo? ¿O es acaso más sencillo quedarte en tu
confortable rincón, aunque éste se encuentre plagado de luces y sombras?
Posiblemente lo sea. Por intrépidos o desarraigados que seamos, a medida que
pasan los años todos tratamos de buscarnos ese rincón tranquilo. Un recodo en
el que en mayor o menor medida todo parece estar bajo nuestro control. O al
menos todo se envuelve en la apariencia de lo conocido. Y ya sabemos que más
vale lo malo conocido… porque además no siempre es tan malo.
El conflicto aparece cuando lo nuevo, bueno o no, llega para deslumbrarnos.
¿Qué hacer, entonces?... ¿ponerte una venda y hacer como si no hubieses visto
nada?, ¿preguntarte qué pasa y depurar tu vida?, ¿liarte la manta a la cabeza y
romper con todo y con todos, para empezar de nuevo? Aquí hay opciones para
todos los gustos. Y todas ellas son comprensibles y respetables. Depende su
elección, pues, de múltiples factores a tener en cuenta: del grado de
conservadurismo de cada uno; de la calidad y cantidad de la materia a perder;
del potencial de lo recientemente aparecido; del miedo al cambio y a lo
desconocido; del momento de fortaleza emocional que atravesemos…
Una vez valorados todos los factores, todos los pros y los contras, llega el
momento de ponerse a ello. Hay quienes enmudecen y observan, y deciden
reflexivamente no olvidar lo que tienen a su alrededor. Hay quienes enmudecen y
observan, pero deciden atenazados por el miedo y salpicados de comodidad. Hay
quienes parecen no inmutarse y prosiguen como si nada hubiese ocurrido. En el
lado opuesto, hay quienes dan dos golpes en la mesa, olvidan fácilmente su vida
anterior, rompen con todo y se ponen por bandera el lema de: la vida
son dos días. O también hay quienes miden, observan, sopesan y, al darse
cuenta de que la vida llega para pedir cuentas, ingresan en un nuevo estado
evolutivo.
Por mi parte, creo haber pasado por todas y cada una de esas fases y modi
operandi. Y hoy por hoy, me quedo con la última de ellas y renuncio
explícitamente a aquélla que me aleje de mí misma y me cubra con el velo de la
cobardía. Mañana… ya veremos.
MARÍA
GARCÍA BARANDA
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