TÓPICOS VITALES

By María García Baranda - diciembre 06, 2012

Una pasa horas leyendo, valorando y analizando los temas recurrentes que la literatura ha abordado a lo largo de su historia. Siendo filóloga, docente de Lengua y Literatura y lectora, esos tópicos literarios han ido apareciendo de forma constante uno detrás de otro. Tópicos literarios…tópicos vitales diría más bien. Que la Literatura, la Filosofía y la Historia nos muestran el devenir del hombre no es una novedad. Que nos sirven para darnos cuenta de que, a pesar de los años, el hombre sigue siendo exactamente el mismo con distinto maquillaje tampoco lo es. Pero aterrizar intrínsecamente en cada una de las fases vitales que nos muestran esos clásicos sí resulta inédito, al menos para quien lo va experimentando en carne y hueso.
El primero que percibimos en nuestra más tierna juventud es el de la amistad, su perdurabilidad o no, las posibles “traiciones” y la pérdida de los amigos, o el fortalecimiento de nuestra relación con otros. A renglón seguido el amor, ese intenso enamoramiento o limerencia, y los inevitables desencantos y desamores. Y ese habrá de acompañarnos a lo largo de toda nuestra existencia. El diseño exterior podrá variar seguramente, sin embargo, la raíz de este no tanto.
Pero señal inequívoca de que alcanzamos la etapa de madurez es la percepción de la muerte como lo inevitable, ya lo decía Manrique en sus Coplas. Amargo despertar el que nos coloca frente a frente con ella y nos hace temblar como hoja caduca antes de desprenderse del todo. E inexorable e indisoluble de esta, el sentir de que solos llegamos a esta vida y solos morimos. Nos empeñamos, nos esforzamos, necesitamos compañeros vitales, pero en el fondo, o no tanto, sabemos que este camino esencialmente lo hacemos solos.
No pretendo un discurso negativo, ni transmitir pesadumbre, al contrario. Aquellos de quienes dependemos emocionalmente y que nos acompañarán de forma incondicional son núcleo de firme raigambre de todos nosotros. Pero una cosa es cierta, únicamente podremos valorar su querencia en absoluta libertad, en el momento en el que seamos plenamente conscientes de que, como dije, solos llegamos a esta vida y solos nos marcharemos. Darse cuenta de ello se resulta duro, durísimo, pero también fortalecedor. En primer lugar, porque con ello aprendemos a apreciar con justicia lo que tenemos y a quienes tenemos a nuestro lado. En segundo lugar, porque en caso de pérdida quizá aquello nos ayude a encajarla y sobrellevarla con menos amargura.
Si la soledad vital es algo intrínseco, pues, a la existencia humana, sólo espero que esa pueda verse rodeada de buenos y fieles compañeros vitales. Al menos cuando se pueda.




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